Harry Block, un escritor de mediana edad y con un cierto éxito, se ha servido con frecuencia de sus experiencias sentimentales y familiares para escribir sus obras, razón por la cual la mayor parte de sus amigos, parientes y ex-mujeres lo odian. En tales circunstancias, le resulta muy difícil encontrar a alguien que quiera acompañarlo en un viaje a su vieja universidad para recibir un homenaje.
Una comedia ácida, divertida y muy humana a la vez, todo un alarde de construcción de personajes, donde Woody Allen probablemente interprete a lo que es su alter-ego. Un retrato mordaz de un artista literato, egoísta, inmaduro, psicótico, incapaz de sentir empatía, mujeriego y promiscuo, y con un aire kafkiano rodeado de pesimismo. Harry buscará refugiarse en sus relatos, pero estos no sólo van desnudando a nuestro personaje sino que también van a ir irrumpiendo de manera violenta en las vidas de quienes lo rodean, de esta forma los hace parte de su alocado mundo, los arrastra sin preguntar y luego influye en sus vidas de manera irreversible por así decir, mientras que ellos dan forma y un sentido a la suya, sin este apreciarlo lo suficiente, cegado en un círculo hedonista de placeres insatisfactorios que nunca terminan de saciar su busqueda de la felicidad. Y retomando un poco, el film en un subtexto no tan marcado muestra a una persona victimista que se aprovecha de la gente; siente amor pero no lo suficiente ni tampoco la suficiente empatia como para auto-frenarse a veces. Va mitigando a los demás personajes quienes tras ya tener cierto vínculo con él, no ven tan fácil la posibilidad de desprenderse como si nada. Es cierta culpabilidad, cierto amor o cierta empatía la que hace que la gente que lo rodee no se vaya de su lado, precisamente lo que le falta a Harry entre otras cosas, demostrando como la ausencia de ese sentimiento humano más noble puede ser perjudicial para el resto como también puede serlo el no saber desprenderte y seguir comprometido y volcado en una relación personal corrosiva contigo mismo.
Dejando la influencia que tiene hacia los otros personajes, y el cómo ha condicionado la vida de estos con sus actos, Harry es un personaje muy complejo, con una construcción muy profunda y personal. Ahí donde otros pudieran tacharle de cruel y lleno de odio, yo prefiero verle más como una persona hirientemente indiferente, una persona descolorida que no entiende el mundo. Y quien divide a este en dos, donde se observa un sentimiento nihilista, un sentimiento de desapego y de pérdida de valores que da fruto a un anodino presente. Él desprecia a aquellos quienes optan por apegarse a los valores ortodoxos de cualquier religión, en concreto el límite más extremo del sionismo. Un desprecio hacia aquello que dicta leyes universales acerca de lo que está bien y lo que está mal, muchas basadas en supersticiones que derivan en creencias separatistas, creadoras de focos de odio hacia colectivos en concreto.
El planteamiento de Allen es muy divertido y arriesgado, los diálogos son brillantes como siempre y más allá de narrar te hacen reflexionar muchísimo. Precisamente el punto flojo de la película quizás sean algunas partes del montaje, rompiendo casi del todo con su etapa más clásica a punto de iniciar una más experimental y donde vemos toques distintos; esos cortes continuos que repiten la misma escena al estilo Godard o ese aire a comedia de Fellini que la película tiene. Realmente muy buena con un final muy original. Woody Allen señoras y señores.