Ciega y sorda desde el nacimiento y, debido a lo anterior, incapaz de comunicarse con el resto del mundo mediante el habla, Helen Keller, es una niña malcriada por su familia, incapaz de afrontar una situación tan complicada en el Boston de finales del siglo XIX. La frustración que genera en Helen su incomunicación la ha convertido en una pequeña salvaje, con comportamientos animalizados y una actitud muy agresiva. Los padres de Helen se plantean internarla en una institución sanitaria. Antes de eso, no obstante, solicitan ayuda al Instituto Perkins, que envía a los Keller a Annie Sullivan, una maestra que ha recobrado parcialmente la vista. Armada de gran paciencia y perseverancia, Sullivan enseña a Helen a comunicarse por medio del tacto y la educa para transformarla en un ser civilizado.