No se puede volver a casa
por Cristina Álvarez LópezComo ‘París Texas' (1984), ‘Don't Come Knocking' -un hermoso título en el que resuenan los varios niveles de este filme- condensa muchas de las obsesiones de Wenders: el paisaje americano, la mitología del western, un personaje desplazado que vuelve a casa para descubrir que ya nada puede ser como antes, las mujeres e hijos que ha ido dejando desperdigados por el camino...
Escrito y protagonizado por Sam Shepard, el filme se centra en Howard, una leyenda del western que, en la primera escena del filme, abandona el rodaje en el que está trabajando y escapa de ese mundo que le oprime. Cuando, casualmente, Howard descubre que tiene un hijo, vislumbra la posibilidad de dar cierto sentido a su caótica existencia y se encamina en su busca. Sheperd construye un personaje inolvidable: Howard es, a la vez, el actor en decadencia y el hombre desaparecido, una vieja gloria del cine en la que se proyecta la sombra de la figura del cowboy solitario anclada en otro tiempo.
También el filme de Wenders es un homenaje al western y, a su vez, testifica la imposibilidad de este tal y como lo conocimos. ‘Don't Come Knocking' es, en este sentido, una cumbre de lo crepuscular. El desenlace real de la película contrasta con ese otro desenlace, inocente y lleno de esperanza, del filme dentro del filme. Y, mientras los insertos de este último resultan falsos, anticuados, una mera repetición de códigos basada en la imitación, la película de Wenders capta, a su modo, con su historia de este hombre que no pertenece a ninguna parte, una emoción que es real, verdadera, una emoción pura del western.
A favor: Dos de los mejores y más intensos momentos del cine reciente: las escenas de Sam Shepard con Jessica Lange, primero, y con Sarah Polley, después.
En contra: Las interacciones del protagonista con los personajes masculinos son mucho menos interesantes.