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    La regla del juego
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    Borja D.
    Borja D.

    14 usuarios 28 críticas Sigue sus publicaciones

    4,5
    Publicada el 6 de junio de 2020
    Jean Renoir es uno de los directores más interesantes que ha dado el séptimo arte y cuya obra ha influido en otros directores de la talla de François Truffaut, por ejemplo. De hecho, los artículos que se recogen en el libro, “Las películas de mi vida” evidencian dicha predilección y amor de Truffaut hacia el cine de Renoir.

    En “La regla del juego”, Renoir nos muestra, de forma tragicómica, a la par que satírica, el adulterio en el ser humano. Independientemente de la clase social a la que uno pertenezca, el adulterio o el amor está presente en cada uno de nosotros. Eso es incuestionable.

    Sin embrago, en el filme de Renoir la forma de afrontar dicha cuestión difiere según la mencionada clase social. A la clase más pudiente la representa como un grupo de personas que se toman todas las cuestiones de su vida a la ligera, sin ninguna relevancia ni preocupación. Donde cada uno puede practicar el amor con quien sea y no pasa absolutamente nada (o eso creen en un alarde hipócrita de “liberalismo afectivo”). Es ahí donde, de forma sumamente sutil, Renoir satiriza. De todos modos, dicha sutileza narrativa y expresiva se retoma un poco más adelante en este análisis.

    Por otro lado, a los sirvientes o miembros del personal de cocina, seguridad, etc., el hecho de que sus parejas coqueteen con otra persona les afecta: bien generando frustración, irritación, malestar. Es una actitud completamente opuesta. Se generan celos y más celos. Y, por último, hay un personaje que parece oscilar entre ambos mundos: Octave (interpretado por el propio Renoir). Este personaje actúa a modo de alcahueta, tratando que todos sus amigos y conocidos alcancen la felicidad plena en el terreno del amor. Es él quien juega con los entresijos tan complicados que existen en las relaciones entre los diferentes personajes. Además, es el personaje con el que más se llega a empatizar, debido a esa mezcla de ingenuidad y amor transparente, y tan humano (ojo a este aspecto y a lo paradójico y triste que suena, pero es la verdad. Son pocas las personas que ofrecen ese mor humano sin querer buscar una recompensa a cambio) hacia el resto de personajes.

    Este sistema de relaciones es sumamente complejo, pero Renoir lo maneja con maestría y sencillez, logrando que el espectador no se disperse entre tanto enredo. Por mucho que “X esté casado con Y, y que X ame a Z, mientras que, Y es amado por Q, y que Q…” da igual, Renoir logra hacerlo cristalino y claro. Esto lo logra en base a una puesta en escena muy cuidada y planificada. Hay escenas en la que ocurren acciones simultáneas a lo largo de la profundidad del fotograma, y todas esas acciones aportan información sobre la situación rocambolesca de la trama. Y ahí entra en juego la sutileza: una mirada, un gesto de complicidad, resume todo lo existente entre un personaje y otro. A esto hay que añadirle que, Renoir añade otra capa más: pese a que el adulterio existente es tratado como un secreto entre los dos implicados, y, por tanto, estos tratan de esconder su secreto personal, de nada sirve. La mentira sólo vive en el mundo de los implicados. El resto de los personajes son conocedores de la realidad sumergida. Se podría resumir como que el que engaña es el engañado. Quizás suene extraño o difícil de comprender, pero, repito, Renoir lo hace fácil.

    Por lo tanto, “La regla del juego” es un filme que se disfruta mucho, con escenas hilarantes, sobre todo visualmente con esa puesta en escena tan bien planificada. Una película humanista. Llena de giros argumentales que enredan más la trama pero que termina de una forma bella, llegando al corazón del espectador y manifestando que da igual si uno tiene más dinero que otro. En el terreno de las emociones, debajo de tanta máscara, teatro e imposturas, todos somos iguales. Reaccionamos, sentimos y vivimos los aspectos más puros de nuestras vidas de forma similar.
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