No enloquece, no lidera, no es un alpha, es beta.
Con poco margen para el sobresalto y la inquietud, la conmoción de las impresiones debe correr a cargo de la sabia innovación en lo ya visto y sabido, la novedad en lo fácilmente anticipado pues la estructura es clara y harto conocida, ninguna sorpresa que te electrice, pasme ni te ate al sillón, por tanto sólo cabe fijarse en los pormenores, en esos fabulosos e intensos detalles que deben convertirla en estupenda y genial, en contestar a ese interrogante que trata de descubrir si el paso del tiempo le ha sentado bien, responder a esa ignominia comparativa, feroz y cruel, que pone a cada cual en su lugar, averiguar si los nuevos personajes fascinarán o aburrirán, sentenciar si son un tedio sus correrías o atrapan sin intervalo o pausa, si la ventaja y mejora en las nuevas técnicas se plasma en el diseño, si consigue ponerte nervioso o ya está todo visto, si el parque de atracciones sigue valiendo su entrada..., y fundamentalmente, si la acción posee esa adrenalina y vigor capaz de hacerte pasar un buen rato y olvidar un mal día.
Y Colin Trevorrow no lo tenía fácil, venimos del recuerdo sagrado de Steven Spierlberg, de la época disfrutada de los 90, del éxtasis de presenciar el nacimiento de tan original idea, de su impacto como diversión y eficacia como entretenimiento, toda una muralla que se ha resuelto con eficiencia ¡sin más!, se sale contento y satisfecho como promedio medio en esta carrera "in crescendo" hacia su máximo escalafón de velocidad, fuerza y energía.
Con la presentación de jurassicworld, la nueva disneylandia para niños, jóvenes y adultos "..., que existe para recordarnos lo pequeños y recientes que somos", el exclusivo showland para todas las edades cuenta con su parte lucrativa, fría, sin escrúpulos ni ética restrictiva como buen negocio que busca beneficios, del cual pasamos al nuevo Indiana Jones de los velociraptores que ha aprendido técnicas nuevas del encantador de perros y de aquel que susurraba a los caballos para amansar a las fieras, con esa innegable figura femenina siempre presente, a su protector lado, para solicitar su desesperada ayuda y agarrarse a ese musculado brazo cuando llega el peligro aunque, los tiempos han avanzado, ahora las mujeres no se quedan quietas mirando, también conducen, disparan y golpean; añadimos los inocentes niños, sin excesivo carisma ni empatía, que sufrirán el pánico de su desobediencia en su joven piel, el horror de su imprudencia en sus ingenuas carnes y, la masa de bulto donde unos cuantos morirán, otros saldrán heridos y la mayoría correrá y gritará.
¿Y qué hay de los dinosaurios? "..., que sea más grande, de más miedo y ¡sea más guay!, es lo que me dijo", y la estrella inventada del triásico para el siglo XXI lo es, es mucho más grande, da igual de miedo que sus artificiales hermanos y ¿más guay?, depende del encanto que le tengas a sus congéneres pues no por más cantidad hay más calidad, ni por abultar y rugir más y con más dientes es mayor el terror, pánico e impacto.
Pero, dejémoslo en que cumple con la tarea, cubre bien su misión y es evidente el ascenso hipnótico de magia y hechizo conforme avanza en minutos, desmadre y caos, puede que cierto recurso hacia la exageración desorbitada en su última etapa pero, para entonces, ya te tragas todas las trolas que te cuenten y te valen ¡todas las mentiras!, es un correr, escapar y sobrevivir mientras otros protagonizan la decisiva y esperada pelea final.
Con su ogro para ser odiado, el héroe para ser admirado, la chica para embellecer, los críos para padecer, toques de risa y humor, de egoismo y ambición, de despropósito con un toque de ridiculez tiene los ingredientes esperados, en el orden deseado que surgen cuendo es apropiado, dinero bien invertido que, con todo, no logra borrar la añoranza y estima por la madre, inédita, asombrosa e insólita como ninguna.
Pero hay cosas que jamás se superarán, y emciones que no se pueden comparar porque son épocas y estados anímicos diferentes, desde su perspectiva individual y solitaria cubre las perspectivas, respeta la esencia de sus mayores, no posee tanta tensión y angustia pero esta rebaja la cubre con un desfile de nuevos miembros para el genético zoo jurásico, en demasía se apoya en la desproporción para recrear pues ¡hay que justificar el dinero invertido! -y, sobretodo, recuperarlo-, y en definitiva, a menos que seas fanático de la primera y tu exigencia roce niveles muy altos, es un blockbuster que hace el trabajo para el que fue creado, sin llegar a notable se queda en un aceptable bien, si se quiere ser generoso, pongámosle ¡por qué no!, un bien alto.
"¿Y qué hacemos ahora? Seguir juntos para sobrevivir", simpática, fresca y rauda, amigable, dinámica y amena, fiesta jovial con intento ocasional de gracia, chispa emergente según ocasiones, alguna sonrisa esquiva y un susto, ya de por siempre, extraviado y olvidado; sobrevive a su propia sombra.