Imitación a la vida (al cómic) (a lo que sea)
por Alejandro G.CalvoTiene cierta gracia la comparación que surgiría de enfrentar esta mastodóntica 'Las aventuras de Tintín' (la llamaremos así para abreviar), como ya se sabe: dirigida por Steven Spielberg y producida por Peter Jackson, con la miniatura japonesa que pudimos ver en Sitges titulada 'A letter to Momo' del cineasta Hiroyuki Okiura. Me explico: ambas han tardado en realizarse la friolera de siete años, aunque por razones bien diferentes. Mientras que una es fruto del dibujo animado artesanal, realizado a mano y con lápices de colores, con una insólita atención al detalle y un gusto a lo Miyazaki por crear nuevas figuras fantasmáticas; la otra es un tanque de Hollywood de las mismas proporciones que 'Avatar', un aparato ultra-tecnológico que persigue la fisión definitiva entre el cine de animación y el cine de acción real, beneficiándose de la absoluta libertad de acción del primero pero con los rasgos físicos y dramáticos del segundo. De ahí lo curiosa de la comparación, el poder comprobar como los extremos pueden llegar a abrazarse: le ha costado el mismo tiempo a Okiura realizar su película a mano, como al tándem de oro formado por Spielberg y Jackson levantar la pluscuamperfecta imagen digital del héroe de Hergé.
Y es precisamente en la perfección plástica que alcanza 'Las aventuras de Tintín' donde se halla lo mejor y lo peor de la tan ambiciosa como resultona propuesta de Steven Spielberg. No se me entienda mal: la película es tremendamente entretenida, un carroussel de pulsiones primarias que persigue atrapar al espectador mediante un seguido de persecuciones, a cual más funambulista, donde nuestros héroes -Tintín, Haddock, Milú- siempre acabarán bien parados. Un espectáculo fielmente contemporáneo: vibrante y preciso, pero tremendamente hueco, ausente de toda emoción. Quizás sea que por más que las caras de Jamie Bell y Daniel Craig estén perfectamente ensambladas en la imagen animada de Tintín y Sakharine, estas no logran transmitir mucho más que la cara ovoide de Mickey Mouse o las formas básicas de Pocoyó. O quizás sea un problema de base, que por más que la película recorra tres volúmenes clásicos de Hergé -"El secreto del Unicornio", "El tesoro de Rackham el Rojo" y "El cangrejo de las pinzas de oro"-, el guión se centre más en delinear cada uno de los fuegos de artificio que componen cada espectacular acción -que las hay y muchas-, que en otorgar cierta entidad dramática a la trama contada. Vaya, algo parecido, aunque no tan catastrófico, a lo que ya le pasó a Spielberg con 'Indiana Jones y el renio de la calavera de cristal'.
Hasta ahí la decepción. El resto es fácilmente disfrutable. Tras unos títulos de crédito soberbios el espectador se enfrentará al espectáculo 3D definitivo: acción y diversión a raudales como principio, medio y fin. Con suerte, si uno no se duerme entre persecución y persecución, puede llegar a pasar un gran rato. Al fin y al cabo este es el mejor producto que te pueden entregar a día de hoy los auténticos reyes de Hollywood. Para bien y para mal.
A favor: La pasión por deslumbrar que posee la película mediante su andamiaje digital, rellenando el plano de elementos de todo tipo, a cuál más asombroso.
En contra: Una historia desequilibrada, muy lejos del mejor Pixar