El Conde sabe que debe beber una cantidad mínima de sangre de jóvenes vírgenes o por el contrario, permanecerá eternamente en su ataúd. Antón, su asistente, le sugiere que quizás le convendría irse a Italia donde, por ser un país extremadamente católico, lo tendrá más fácil para encontrar vírgenes. Allí encuentra una familia con cuatro chicas listas para el matrimonio pero que no resultarán ser tan puras como parecían. Mientras, Mario Balato, un hombre atractivo y convencido de sus ideas comunistas sospecha del Conde por lo que no le quitará ojo de encima. Drácula deberá encontrar cual de las chicas es realmente virgen antes de que muera por malnutrición o por una estaca clavada a manos de Mario.