No puedo parar de mentir
por Paula Arantzazu RuizQue Steven Soderbergh se sienta fascinado por un tipo como Mark Whitacre no debería asombrar a nadie. Capaz de llevar una doble vida como infiltrado del FBI en la empresa alimentaria donde trabaja desde hace años, el personaje se antoja como un inmejorable espejo del director, ejemplo del quintacolumnismo en el actual Hollywood mutante. "¡El soplón!", no obstante, es algo más que la crónica de una afinidad. Nada mejor que un título rodeado de dos signos exclamativos para aventurar la sorpresa: quienes auguren una nueva versión de ‘El dilema', de Michael Mann, o ‘Michael Clayton', de Tony Gilroy, andan ciertamente equivocados. Aquí no se dan agentes 007, sino 0014, porque son "el doble de listos" que Bond. Así lo afirma Whiteacre, interpretado por un Matt Damon gordinflón y pletórico que, a golpe de ocurrencia mediante una voz en off perfectamente integrada en el pulso fílmico, domina por completo el relato. Soderbergh deconstruye de este modo la estructura del thriller para abocar la cinta al terreno de la comedia, en una suerte de ejercicio à la Coen deudor del cine de los setenta, pero con la estética feúcha de los noventa, que, como el protagonista, juega al despiste. Con el magnífico score de Marvin Hamlisch y líneas como "the glutamate guy is out of the job", ‘¡El soplón!' sólo sale a ganar.
A favor: Su estética de thriller y su corazón de comedia. Una muy buena película.
En contra: Que se considera una película menor en el currículum de Soderbergh.