"Con La Muerte En Los Talones" es una obra emblemática y entretenida, dirigida por el legendario Alfred Hitchcock y protagonizada por Cary Grant. Roger Thornhill (Cary Grant) es secuestrado por unos individuos que lo confunden con un espía llamado George Kaplan, después de huir intentará descubrir quién es el verdadero Kaplan y porqué quieren matarlo. Hitchcock combina suspense habitual de sus obras con acción, drama, un breve romance y algo de comedia absurda. Cada cinta de Hitchcock nos deja alguna escena memorable de esas que son copiadas u homenajeadas en infinidad de películas, aquí asistimos al intento de asesinato de Thornhill con una avioneta fumigadora, son siete minutos de persecución entre los maizales sin diálogo y con una tensión que solo Hitchcock sabía plasmar en una pantalla. A parte del suspense también se dan cita algunas de las constantes del director, la madre obsesiva, la femme fatale rubia y unos cuantos planos picados. Otro rasgo que suele ser característico del británico es la inclusión en la trama de un falso culpable, un hombre normal y corriente que por un extraño azar se ve involucrado en una aventura en la que sufrirá la injusta acusación de haber cometido un delito. Esta característica viene siendo habitual en Hitchcock desde su época británica, en "39 Escalones", hasta las postrimerías de su carrera, como en "Frenesí".
No obstante, Cary Grant, se verá envuelto en una extraña y peligrosa trama de espionaje por culpa de una confusión nimia, de una casualidad que debería ser irrelevante. El resultado será una conjura para acabar con su vida mientras se ve metido en un peligroso juego de espías. Estructuralmente la película es una gigantesca huida hacia adelante que cada vez se va complicando más, con sicarios y femmes fatales. Es un ejemplo perfecto de cine de entretenimiento, de evasión pura y dura. Todo tiene un sentido lúdico y divertido que, sin embargo, no hay que confundir con banalidad. El filme tiene una puesta en escena cuidadísima, unos personajes carismáticos y momentos de cine portentosos y, como no podía ser de otro forma, tensos. Sin embargo, tiene una historia alambicada, inverosímil y no particularmente creíble. Algo también común en Hitchcock. Da igual, el británico convierte el argumento en una peripecia fascinante, seductora e interesante, gracias en buena medida a su capacidad para crear imágenes perdurables. Sería, por ejemplo, más verídico y eficaz despachar a Cary Grant de un tiro, pero sus adversarios prefieren usar un avión fumigador, un método extraño pero que nos proporciona una escena justamente célebre en la historia del cine.
Hitchcock va jugando sus cartas dejando que las veamos sin mayores reservas y es este conocimiento el que, precisamente, va construyendo un interesante suspenso, al tiempo que nos sentimos hondamente inmiscuidos en el difícil asedio de que está siendo víctima el confundido protagonista, quien pronto va a demostrar que sabe de supervivencia como el más avezado héroe. Suspenso, comedia, aventura, romance, intriga… Se entremezclan en dosis muy calculadas en un excelente guión de Ernest Lehman, al que el director consigue extraer toda su sustancia para brindarnos otro thriller en su mejor estilo, donde además, los picarescos y sutiles diálogos, más algunas situaciones deliciosamente resueltas, nos aseguran unas carcajadas harto relajantes. Inolvidable la escena en la tienda de subastas: magnífico ese primer encuentro de Roger e Eve en el camarote del tren, estupenda la tensión en aquella larga espera en la llanura, que muy hábilmente rompe con todos los clisés, y como olvidar aquel tren entrando al túnel para cerrar con broche de oro el encuentro definitivo. El metraje es considerablemente largo, pero nos mantiene entretenidos con situaciones que van añadiendo misterio y posteriormente aclarando, al tiempo que introduciendo sorpresas y giros. Además, se inserta dentro de una espectacular fotografía y una selección de escenarios francamente acertada por su director.
Las actuaciones son notables, Cary Grant poseía una capacidad de fascinación, de encanto personal, perfecta para seducir al espectador. Aquí interpreta a Roger Thornhill, un elegante publicista, encantador y levemente irónico. La cinta utiliza esa gracia para añadir encanto y diversión, creando un personaje que nos cae bien instintivamente. Hitchcock ya había contado con el actor británico en anteriores películas, pero con otro registro. Eva Marie Saint como Eve Kendall, borda un papel difícil por su ambigüedad, una actriz tremendamente infravalorada que realiza a la perfección su labor de mujer fatal. Y para finalizar, James Mason como Phillip Vandamm, construye un antagonista contenido y con estilo. Generalmente, aunque no siempre, en una película de intriga el protagonista y el espectador disponen de la misma información y cuando una circunstancia relevante ocurre, ambos reaccionan más o menos al unísono. La información se distribuye de forma más compleja. En ocasiones sabremos lo mismo que Grant, en otras sabremos más cosas que él y la tensión vendrá de “como reaccionará ante lo que le espera”, y en otras Grant sabrá más que nosotros y nos llevaremos una notable sorpresa. Todo este manejo del conocimiento mantiene la intriga durante todo el metraje.
En definitiva, una obra emblemática, modélica intriga de espionaje donde Alfred Hitchcock nos regala un magnífico entretenimiento sin renunciar a la excelencia cinematográfica. La trama está orquestada de tal forma que es capaz de captar la atención del espectador sin ninguna dificultad durante sus más de dos horas de duración. La puesta en escena incluye varias secuencias que son ya historia del cine. Es vibrante, divertida, intrigante y tiene detalles magistrales. La secuencia de Cary Grant esperando en una carretera solitaria y siendo atacado por la avioneta es, sencillamente, un prodigio de suspense. Puede ser, por otra parte, una apropiada introducción para cualquiera que desee entrar en el cine de Hitchcock.
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