La experiencia es un grado
por Paula Arantzazu RuizRoad-movie íntima, atípica película familiar y estudio sobre qué significa ser una mujer autónoma a día de hoy en Estados Unidos: en algo más de una hora Grandma, a cargo de Paul Weitz (conocido por dirigir la primera entrega de la saga American Pie), propone un sustancioso fresco protagonizado por tres generaciones de mujeres – la abuela, la madre, la nieta- en huida de sí mismas y al mismo tiempo a la búsqueda de los lazos que un día las unieron como familia. Sin rodeos de guión, sin meandros sentimentales y sin proclamas del feminismo de papel cuché, Weitz ha construido una inesperada tragicomedia sobre encajes y conflictos femeninos con unos personajes honestos y repletos de vida, de entre los que sobresale, obvio, la abuela del título, una brutal Lily Tomlin.
Grandma es el relato de un día que comienza mal y al que se le tiene que dar la vuelta como sea. Weitz nos presenta al personaje de Tomlin, Elle, cuando está rompiendo con su última relación, una alumna más joven que ella llamada Olivia (Judy Greer). Elle es una poeta que vivió cierta gloria en los excitantes años 70 y ahora profesora de literatura con deudas y amargura tras la muerte de la que fue su gran amor, Violet. Y por si esa mañana no hubiera arrancado de manera agria, la nieta de Elle, Sage (Julia Garner), se presenta en su casa en busca de dinero porque esa misma tarde tiene cita en una clínica para interrumpir un embarazo no deseado. Unos mimbres narrativos, como se ve, poco habituales en el cine estadounidense y de los que Weitz sabe sacar partido para armar un film notable, con ritmo y con secuencias hilarantes. Todo sea dicho, gracias a la presencia absoluta de Tomlin. Los cinéfilos con algo de recorrido recordarán a la actriz en comedias como Cómo eliminar a su jefe (1980) o Ensalada de gemelas (1988), y es meritorio que haya sido recuperada para un papel de tal voltaje.
A lo largo de ese día en busca de los 600 dólares para la operación, la abuela le enseñará a la nieta el arduo camino de decisiones a contracorriente que tuvo que tomar para defender su independencia, confrontándose durante esas horas con sus propios fantasmas emocionales y algún que otro espectro sentimental (ni más ni menos que Sam Elliot). Será una carrera de desesperación, pero también repleta de pedagogía. En este sentido, Weitz intenta esquivar, en ocasiones con éxito, en otras con menos, los clichés sobre los traumas de la generación Woodstock, pero incluso en sus altibajos, pocos, la maestría de Tomlin a la hora de manejar el amplio abanico emocional de su personaje barre con todo. Ojalá más abuelas como ella.
A favor: El personaje de Lily Tomlin. Sería justo que su trabajo fuera reconocido en la temporada de premios.
En contra: Que pueda pasar inadvertida por el público general. Grandma es una película modesta que trata asuntos de verdadero alcance.