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    El último cazador
    Críticas
    2,0
    Pasable
    El último cazador

    Viaje (demasiado) guiado por el Yukón

    por Diana Albizu

    Cuando se comparan las películas del escritor, cineasta y aventurero profesional Nicolas Vanier —que, como 'El último cazador', guardan un indudable impulso etnográfico— con los trabajos procedentes del famoso Sensory Ethnography Lab de Harvard —es decir, los de Lucien Castaing-Taylor, Ilisa Barbash, Véréna Paravel, Sharon Lockhart— quedan perfectamente claras las motivaciones de estos últimos. El cine de Vanier, de raíz real, como la que tenía ante sí cuando encontró a Norman, el autoconsiderado 'último trampero tradicional' de Yukón (Canadá), pero que recurre a todas las facilidades narrativas de la ficción más básica puede convertirse en una tierra de nadie poco provechosa cinematográficamente, aunque los guiños dramáticos le permitan el estreno (siempre humilde y limitado) en los cines comerciales.

    Porque en 'El último cazador' nos interesan poco o muy poco los diálogos ensayados entre el protagonista y su única compañía humana, la india Nebaska. O el momento en el que recrea cómo quedó atrapado en el hielo por unos espeluznantes minutos hasta que sus perros acudieron a rescatarlo. Por mucho que Robert Flaherty nos emocionara, el cine debe evolucionar. Lo que queremos ver es cómo Vanier puede sacarle partido al asombroso paisaje del Yukón, a su naturaleza inhóspita y a sus llanuras de nada blanquecina y helada.

    A favor: Cuando la voz de Leonard Cohen se funde con el paisaje canadiense.

    En contra: Las concesiones a una narrativa convencional, con giros 'dramáticos'.

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