María Alvarez (Catalina Sandino) ha nacido en un barrio muy humilde de Bogotá. Comparte casa con su madre, su abuela, su hermana y su sobrino y tiene que recorrer cada día una larga distancia en autobús para llegar al trabajo, una plantación de rosas a las afueras de la capital. La labor de quitarle las espinas a las rosas se le hace tediosa y el salario se le antoja mínimo, más aún cuanto que tenía que pasar gran parte de él a su hermana Diana, que estaba criando a un bebé.
A pesar de su agotadora rutina María sabe aprovechar los buenos momentos con su amiga del alma, Blanca, y también con su novio, Juan, aunque sabía que eran más las cosas que los separaban que las que mantenían a flote esa relación.
Un día, María se despide del trabajo y todas las rígidas imposiciones que allí le aplicaban y decide irse a la ciudad, donde, creía, poder labrarse un futuro. Sin embargo, lejos de conseguir un empleo digno, María es engatusada por una banda de traficantes de droga que la convencen para que traspase pepas de cocaína a través de la frontera de Estados Unidos a cambio de una recompensa difícil de rechazar. A María le cuentan todos los atractivos de la complicada misión, pero nadie le detalla el riesgo que corre su vida al tragarse más de 60 paquetitos de droga.
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