Relato de una obsesión
por Bibi RamosTomando el testigo de las cintas clásicas de aventuras rodadas en terrenos considerados “exóticos” y/o “salvajes” para el hombre blanco común e incorporando una sabia y admirable dosis de ironía para poner en su sitio algunas cuestiones y conductas amparadas en el modelo cinematográfico de los grandes estudios, Clint Eastwood, antes de dirigir Sin perdón y Los puentes de Madison e inmediatamente después de Bird, firmó una singular y aguda película que parte del cine mismo, de los preparativos que precedieron al rodaje de La reina de África, la película de John Huston que reunió en la pantalla a los veteranos Humphrey Bogart y Katherine Hepburn en los cincuenta. Dicen que en realidad Huston lo único que quería era dar caza a un elefante en plena Savanna, además de seguir bebiendo whisky a todas horas.
El realizador de San Francisco, partiendo de la novela del alemán Peter Viertel (autor del guión de esta, pero también en parte del de aquella), construye un emblemático protagonista a quien él mismo encarna y que bajo el nombre de John Wilson se inspira sin miramientos en el mismo Huston. Cazador blanco, corazón negro funciona como hábil crónica de un prerodaje e integra con habilidad una fuerte dosis crítica hacia la misma industria, hacia la mentalidad y ejercicio colonialista tras la Segunda Guerra Mundial y es, simultáneamente, el retrato de un director carismático, de difícil trato, por el que indudablemente Eastwood siente admiración y afinidad. Conjunto fascinante.
A favor: La estupenda combinación resultante entre cinta de aventuras, drama, cine dentro del cine, crónica y retrato.
En contra: Nada.