"Grease" es un icónico musical dirigido por Randall Kleiser y protagonizado por John Travolta y Olivia Newton-John. Son muchas las claves que hacen de este film, una película icónica y muy recordada hasta nuestros días, muy a pesar de su elementalidad. En una época en la que los musicales cinematográficos demostraban ya cierto desgaste en el interés del público, Stigwood y Carr se arriesgaron notablemente al trasladar al celuloide un musical que aunque exitoso en su formato teatral, prácticamente jugaba sus mejores cartas en la repentina popularidad, talento y carisma de Travolta y la experiencia de Stigwood en la producción de los más recordados musicales de los 70s. De hecho, en honor a la verdad, el guión firmado por Bronte Woodard no es más que una traslación calcada de la obra teatral con una historia sobre adolescentes para quienes lo fueron durante los 50s, es decir para un público adulto nostálgico de una época dorada de la cultura estadounidense que ya no volvería. Estamos hablando que la cinta se estrena en una época convulsa de la historia de Estados Unidos, tras el escándalo de Nixon en 1972 y el sonado retiro y derrota estadounidenses de la Guerra de Vietnam (1955-1975), una sociedad que miraba con mucha nostalgia aquella época de ensueño posterior al fin de la II Guerra Mundial y, por tanto, de evidente supremacía no sólo política y económica de Estados Unidos, sino y esencialmente cultural.
Es por eso que el guión es literalmente simple y predecible, pero escrito con una habilidad y concepto de la sencillez y dinámica narrativa que muchos guionistas envidiarían. De hecho, la historia carece prácticamente de cualquier componente de crítica social y sus personajes son claramente superficiales, incluso los protagónicos, de los cuales no podemos como espectadores observar su estructura psicológica. Por otro lado, es un guión lleno de estereotipos. Encontramos en él todos los estereotipos posibles, y más aún, de la cultura de los 50s de Estados Unidos: los chicos rudos, el matón de turno, la chica inocentona que se enamora, el galán pretendido por todas, la chica que todos consideran fácil, el nerd al que hacen bullying, el baile de generación, los talleres mecánicos, las carreras de coches, el autocine, etc. Además, y claramente en una decisión para no entorpecer el hilo narrativo principal que es el romance de Danny y Sandy y la batalla de los sexos en la escuela secundaria, los únicos personajes adultos que aparecen son directores, profesores y empleados de servicios como la heladería y el taller mecánico, prescindiendo de la aparición de los padres, lo que pone cierta duda sobre a quién los chicos muestran su rebeldía los estudiantes a parte de la autoridad escolar.
A pesar de lo ingenua y ñoña que es la historia, el espectador puede detectar ciertos elementos “subversivos” en el guión que pueden pasar desapercibidos entre tanta entretenida y pegajosa música y coreografía. Por ejemplo, las malas intenciones de Betty Rizzo hacia Sandy Olsson que se traduce en una serie de indirectas sobre la virginidad y la promiscuidad, las constantes y típicas manías del grupo anexo a los T-Birds sobre los pechos y entrepiernas femeninos que se replican en el baile televisado de la escuela secundaria, las habladurías de las chicas sobre la actitud rebelde y promiscua de Betty Rizzo y su supuesto embarazo y hasta el evidente interés pedófilo del animador y jurado de baile Vincent Fontaine en la desarrollada anatomía de Mary Maraschino durante el evento. Todos estos elementos sexuales están en el subtexto del film, sin embargo quedarán solapados por el carácter esencialmente infantil que el guión tiene en gran parte de su desarrollo. No obstante, lo mejor de la cinta es su estructura musical. De hecho, a pesar de que el guión es altamente dependiente de las canciones, funciona principalmente porque la mayoría de ellas son notables, aunque otras pocas son algo irrelevantes. Incluso para aquellos espectadores no muy asiduos a los musicales, puede convertirse en una experiencia entretenida y divertida y ello se debe a sus logradas coreografías y canciones, compuestas por Jim Jacobs, Warren Casey, Michael Gibson y John Farrar, las cuales brillan por su encanto y proyectan una inyección de energía que permite al espectador pasar un rato realmente agradable.
Las actuaciones son flojas, siendo uno de los puntos débiles del film. John Travolta como ídolo juvenil, es de lo mejor en cuanto a actuaciones, la forma de moverse, tiene estilo, clase, personalidad. Por su parte, Olivia Newton-Johns, se le ve poco creíble en su papel de niña pija recatada y mojigata, aunque algo más convincente en el rol de fiera indomable y fatal. El reparto secundario, incluyó a Jeff Conaway como Kenickie Murdoch y una sorprendente Stockard Channing que personificó a Betty Rizzo, con una interpretación que gana bastante protagonismo y opaca en más de una escena a Newton-John con la arrolladora y auténtica personalidad de su personaje. Didi Conn encarnó a la soñadora Frenchy. Dinah Manoff como la voluptuosa Mary Maraschino. La talentosa bailarina Annette Charles encarna a Cha Cha DiGregorio. Barry Pearl como Doody. Michael Tucci es Sony. Kelly Ward encarnó a Putzie y Eddie Deezen al nerd Eugene. Completan el reparto Eve Arden como la Directora McGee. El cantante Frankie Avalon encarna al ángel de la guardia. Sid Caesar es el entrenador Calhoun y Edd Byrnes como Vince Fontaine.
En definitiva, una disfrutable comedia musical para adolescentes, que a pesar de una premisa muy elemental, termina por funcionar satisfactoriamente por su lograda estructura musical y sus coreografías. Una obra insustituible que perdura en el corazón y en la mente de varias generaciones, finalizando uno de los films de visión obligada que todo el mundo conoce y respeta. Recomendable por su dirección, música, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones, decorados y diálogos que hacen de esta cinta, todo un mito cinematográfico.