Uno de los grandes nombres de la industria japonesa del manganime es el de Katsuhiro Otomo. Para los fans Akira (1988) fue, sin lugar a dudas, la mejor película que había dirigido. Un servidor no opina lo mismo, pero es innegable que este filme marcó un antes y un después. Tras Akira, sin embargo, los proyectos de Otomo en calidad de director no fueron numerosos destacando entre ellos Memories (1995) y Steamboy (2004). Esto no quiere decir que no hiciera más incursiones en otros filmes o series pues se encargó del guion de una cinta nueva: Roujin Z (1991).
Estamos en un sociedad donde el progresivo envejecimiento de la población está planteando una serie de retos a superar. La mejora en la alimentación, la higiene y la salud han permitido que podamos vivir durante muchos más años. No obstante, los ancianos necesitan de mayores cuidados debido a los riesgos de la vejez: falta de movilidad, nuevas enfermedades (alzhéimer, párkinson, ...), mayor dependencia, menor sustento económico, etc. Muchos de estos inconvenientes se mencionan o quedan reflejados en los primeros minutos de la obra. De hecho, el filme por medio de la figura de Takashi Terada nos dibuja una situación alarmante donde los servicios médicos se hallan colapsados y los asilos están al máximo de su capacidad. El reducido número de jóvenes ha hecho que el personal médico y los voluntarios disponibles sean cada vez menores. Los recursos económicos son insuficientes para renovar un equipo médico que ya se encuentra desfasado.
Casi 30 años después de aparecer este filme, la situación que describe aún no ha llegado al mundo real aunque si progresamos a este ritmo no podemos descartar problemas similares a futuro. A pesar de la descripción casi apocalíptica, la narración de Roujin Z no se caracteriza por su tono grave sino más bien por seguir un enfoque inclinado hacia lo cómico, hiperbolizando situaciones relevantes como la presentación de la máquina Z-001 y el funcionamiento disparatado de la misma. El comportamiento de los personajes también es apreciablemente humorístico, sea por la testarudez de Terada o la actitud revoltosa del trío de hackers. Los mismos personajes también son representados físicamente de forma caricaturesca, en especial esos ancianos arrugados.
Un hecho que por supuesto no entorpece el mensaje de la obra: el carácter irremplazable de lo afectivo sobre cualquier otro tipo de necesidad o comodidad. El anciano que nos recuerda la importancia del cariño en la vida de las personas mayores es Kijuro Takazawa. Este señor de muy avanzada edad vive en compañía de un gato gordo. Diariamente es visitado por una enfermera voluntaria, Haruko Mihashi, cuya presencia aprecia mucho. Esta exposición resulta escueta, pero a medida que avanza el metraje sabremos que su recuerdo más feliz está en aquel día en la playa al lado de su esposa e hija ocurrido hace tiempo. Es decir, Takazawa echa de menos el momento en que tenía una familia. La vejez suele estar asociada a la soledad, en tanto nuestros seres queridos abandonan este mundo antes que nosotros.
No obstante, tal necesidad afectiva es pasada por alto por los miembros del Ministerio de Salud Pública. Están demasiado obsesionados con encontrar una solución al problema del envejecimiento. Durante la conferencia para presentar el Proyecto Z, Terada —casi como si fuera un agente comercial— se esfuerza en mostrar todas las bondades del producto. Literalmente parece que no hay nada que no sea capaz de hacer. No solo es capaz de cubrir las necesidades básicas —y las más pesadas— sino que puede ofrecer entretenimiento y hacer frente a posibles amenazas. Pero tal como dice Haruko, las máquinas no pueden suplir el calor humano. Verdad muy cierta porque por mucho que avance la tecnología, las personas somos seres sociales que necesitamos de relacionarnos con otros. El anciano solo quiere volver a casa mientras disfruta de la compañía de Haruko, pero los responsables del experimento lo aíslan en una habitación y le apartan de Haruko. La imagen de Takazawa resulta dolorosa al verlo rodeado de todos esos cables mientras implora ayuda a Haruko.
En resumen, Roujin Z realiza una reflexión infrecuente en torno a qué factores son de primera necesidad en la vida de las personas mayores. El cariño y la compañía humanos no pueden ser reemplazados por sistemas más eficientes o mayores comodidades. Una reflexión que, sin embargo, sería más potente si se interesara más en el debate entre opuestos o ahondara en los conflictos personales de los principales actores en vez de atender a los caprichos de un autor obsesionado con el desorden tecnológico.