Opiniones sobre Sin control

De Perogrullo es afirmar que cada cual gasta sus propias manías y obsesiones. Preferencias extrañas o afinidades inexplicables que cuesta conciliar de una forma estrictamente racional. Yo me declaro fan irredento y confeso del actor y director belga Jean-Claude Van Damme. Y digo director porque ha dirigido hasta el momento dos películas: “The Quest” y la próxima “The Eagle Path”, que estrenará en el próximo Festival de Cannes 2011. ¿Ganará la Palma de Oro? No le pedimos tanto. El caso es que tras el éxito conseguido con la estupenda JCVD, donde brilla con luz propia, la carrera de Van Damme se ha relanzado de una manera notable y tal vez (ese es mi deseo y el de muchos de sus incondicionales) podamos asistir al milagroso nacimiento de un verdadero autor. Pero hoy quiero hablar de una película lamentable que el ídolo protagoniza acompañado de Laura Elena Harring, la compañera lésbica de Naomi Watts en aquella obra maestra de Lynch llamada “Mulholland Drive”. Pues bien, lo que me interesa resaltar denostando una cinta tan mala como “Sin control” de un tal Bob Misiorowski es la hiperprofesionalidad de un hombre que, a pesar de estar inmerso en un guión grotesco, dentro de una película carente de toda cordura y con un montaje que habría hecho mejor un niño de cinco años, trata de mantener en todo momento su maltrecha dignidad y se esfuerza por dotar de dramatismo a un personaje dibujado como una agresión contra sus propias capacidades actorales. Y esa contradicción, ese sufrimiento interno, el desgarro de verse sometido a esa degradación y sin embargo estar luchando por hacerlo lo mejor posible en medio de un desaguisado de proporciones cósmicas, es lo que resplandece en todos y cada uno de los túneles atravesados por ese tren de pacotilla donde se desarrolla, por llamarla de alguna manera, la acción. Se conecta, pues, ese doliente sufrimiento del propio actor, de la persona de carne y hueso sometido a esa degradación artística, con el personaje que años más tarde le veremos interpretar con dolorosa intensidad en la citada JCVD, donde hará de sí mismo y firmará una escena emocionante y conmovedora, tanto que probablemente ese año su nominación al Oscar no hubiera desentonado en absoluto. Sea como fuere, Van Damme demuestra en “Sin Control” su raza de actor por encima de toda una abyecta conspiración para enterrar su carrera bajo las ruinas de una producción cochambrosa. Jean-Claude sobrevive, llora amargamente su suerte y aprieta los dientes a la espera de que la vida le ofrezca la posibilidad de restituir el estatus perdido. Esta nueva oportunidad le llegará a través de una liberadora catarsis en el citado filme de Mabrouk El Mechri, merecedor de todos nuestros elogios y punto de inflexión para la propia trayectoria profesional del actor, que a buen seguro volverá a trabajar en proyectos a la altura de su machacado prestigio. Esta cinta es un infierno (en efecto, una nueva Van Damme’s Inferno) en la que puede detectarse esa luz al final del túnel que ahora mismo parece iluminar de nuevo la carrera del astro belga.