Paul Greengrass aparentemente terminaba su trabajo con la saga Bourne a lo grande. Si "El mito de Bourne" dejó momentos intensos y emocionantes, llegó el Ultimátum para romper con los tópicos y el género de thriller y acción. Las mejores escenas de persecución y luchas cuerpo a cuerpo. Por fín tenemos el espectáculo que Bourne se merecía. Posteriormente la cosa cambió de director y metieron a Renner de protagonista y la cosa ya no fue igual. El montaje resuelve las dudas de las anteriores entregas y hay un par de giros que dejan boquiabierto al espectador. La persecución en Tánger posiblemente no solo me parezca la mejor escena de la saga sino de lo mejor que ha dado el género de acción. Es trepidante, espectacular y emocionante. La mejor manera de lograrlo ha sido orquestando un espectáculo de relevancia internacional, que nos lleva de Londres a París, Madrid, Tánger, Moscú o Nueva York, un torbellino de ritmo endiablado que no renuncia a una meticulosa atención a los detalles.
El apartado técnico es superior. La limpieza de la producción es magistral, logrando que la acción, el drama y el suspense se compensen durante casi dos horas de metraje que transcurren en un abrir y cerrar de ojos. A lo largo y ancho del planeta, Bourne destroza, vapulea y machaca con contundencia y frialdad a cualquiera que se cruce en su camino. Exprime al máximo las posibilidades de vehículos y aparatos que otros que creen jugar en su nivel ni siquiera se atreverían a tocar, y no le importan las consecuencias. Al ritmo de una banda sonora tan estruendosa como minimalista, vivimos explosiones, persecuciones dignas de saltimbanquis circenses y peleas imposibles que se desarrollan en apenas un metro cuadrado.
Los efectos visuales son el plato fuerte, sobrecogedores y espléndidos. Los movimientos de cámara en la acción dan gran realismo a la cinta, y los montajes son arriesgados y sorprendentes. Con un guión serio y convincente, que se mantiene enigmático hasta el final, junto con un argumento que para no variar, absorbe al espectador hasta que termina la cinta, poniendo el broche de oro, a una historia sin desperdicio. Sin diálogos ridículos, ni villanos contando el plan en ceremonias innecesarias antes de dar el tiro de gracia, la trilogía Bourne es dinamita. Para verlas de una vez y celebrar los mano a mano del protagónico o las resoluciones de ciertas escenas. Agradecidos por llevar a la pantalla la novela de Robert Ludlum y hacerlo de forma meticulosa, bien montada e hilando capitulos de modo pormenorizado y fuera de los clichés habituales.
Las actuaciones son geniales, Matt Damon está comodísimo en un papel hecho a su medida, que le encaja como un guante, y que logra sin esfuerzo las simpatías por su aspecto corriente, de persona normal, ese vecino que cualquiera podríamos tener pero que se encuentra atrapado en una situación que escapa a la comprensión del común de los mortales. No tiene amigos ni apoyo, más allá del personaje de Pamela Landy (Joan Allen), otro títere del implacable aparato burocrático estadounidense, que se encuentra apabullada por la situacion. Su papel, menos agresivo pero más comprometido a otros niveles, es igualmente descomunal. Julia Stiles está genial, ganando cada vez más protagonismo, su personaje sigue siendo igual o más importante que en la anterior.
En definitiva, nos encontramos ante una de las mejores películas de acción de los últimos años, que ofrece los mismos ingredientes a los que no tiene acostumbrados esta saga. Acción con mayúsculas, con unos actores que cumplen en su papel y un montaje que contribuye sobradamente a darle la intensidad necesaria que requiere el film. Es electrizante, mantiene una tensión y un ritmo narrativo espectacular. Tiene una capacidad hipnótica implacable que inmoviliza al espectador en su butaca, y no le concede ni un solo minuto de tregua. Las persecuciones son tan reales que nos sitúan y nos transportan en el mismo centro de la acción.