Crítica de SensaCine.com para Inland Empire: Viaje al final de la noche

El último trabajo cinematográfico de David Lynch es un salto al vacío, un magistral viaje al final de la noche que viene a redefinir lo que es el cine y que, a día de hoy, todavía no ha sido superado. La película supone el punto y aparte de la exploración del cineasta por las honduras de la psique que comenzó en ‘Terciopelo azul' (1986), no en vano ambos trabajos comparten a la misma actriz, Laura Dern. Si en esa película, ella quedaba al margen de la perturbadora investigación que Jeffrey (Kyle Kyle MacLachlan) llevaba a cabo, en la que nos ocupa será la sufrida protagonista de ese descenso a los infiernos de sí misma. O de Hollywood. O de la televisión. O de Polonia... Porque, como sucede en su cine, Lynch no se ciñe a poner en escena un solo tema, sino que plasma una multitud de ideas, muchas en fuga y deshilvanadas, pero a cual más imponente. Gran parte forman parte de su catálogo de obsesiones (la meca del cine como fábrica de pesadillas, las mujeres, el cine noir...), otras, son recién llegadas (la reflexión sobre la imagen digital), pero todas golpean la retina como pocas imágenes lo han hecho. Siniestra, caótica, críptica, tierna, vívida..., ‘Inland Empire' se abre al espectador como una película que va más allá del cine. Y confirma que Lynch es el heredero natural del surrealismo, en su sentido más profundo, que practicaban los de André Breton. Un genio.

A favor: No hay nada parecido a ‘Inland Empire'.

En contra: Muy pocos se han dejado arrastrar por su compleja intensidad. No es un filme fácil ni agradable.