Se ve desde lo más alto de un horizonte que el humor, como muchos otros géneros cinematográficos, no va de la mano con todo el mundo. Quizá por una cuestión torpe en el estancamiento de la búsqueda de un producto que haga honor a la realidad uno no pueda tomarse una pausa y apreciar lo que una atractiva comedia como Norbit tiene por ofrecer. Lo lamento por aquellos que no pueden quitarse de encima la burda idea de que lo único capaz de sobresalir siempre se lleva consigo una parte cruda del realismo que nos rodea. Pero cada persona es un mundo, en cuestión.
Norbit es, en todo su esplendor, una comedia que altera de manera considerable el estatus de lo real. Todo esto se nota, básicamente, en un elenco que, sin ánimos de dramatizar o tomarse todo en serio, se enfoca en dar de sí interpretaciones que rozan lo absurdo y lo "nada habitual", y que no por tales motivos se atrofia el resultado. Una cosa es perecer en el intento de llevar a cabo un proyecto con intenciones serias pero que acaban en el desastre (cuántas películas de los setenta nos han regalado risas en vez de firmeza), pero otra cosa muy distinta, es hacer una cinta de comedia con las más puras y frescas necesidades de hacer reír a un público que, claramente, sólo busca eso, reír.
Norbit, por ende, es de esas comedias que nos alejan durante poco más de una hora de la realidad y nos llevan a un paraíso de humor talentoso, carismático y subido de tono protagonizado por un buen puñado de comediantes fílmicos, ni más ni menos que eso. Queda en uno interpretar a ciencia propia qué tan absurdo o ridículamente genial pueda ser tal producto, pero nunca está de más comprender la delgada línea que separa a ambos pretextos, o mejor dicho, qué pretensión tiene un director con su obra. A fin de cuentas, no hay nada más sano que un buen rato de risas o carcajadas que nos alejen de una realidad plagada de aburrimiento y nada innovador.