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    La delicadeza
    Críticas
    2,0
    Pasable
    La delicadeza

    Poco tacto

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Debe de querer mucho David Foenkinos su obra, o desconfiar también lo suficientede los demás, para haber llevado a la pantalla por motu propio (al alimón juntoa su hermano Stéphane) el que quizá sea uno de sus libros más populares, 'Ladelicadeza', publicado en nuestros lares por Seix Barral. También podría serque Foenkinos hubiera pensado ese libro como imágenes, que hubiera nacidocomo colores y líneas antes que como verbo. Esta última idea es especialmentesugerente, sobre todo porque invierte la lógica, más bien el tópico, de los filmesque adaptan textos; el resultado de la película, sin embargo, para nada contemplaesas posibilidades: el objetivo de quien la firma es seguir la línea argumentaldel libro y así, tan pobremente, 'La delicadeza', en vez de ser fiel a su título, seconvierte en una oda al cliché, en un liviano ejercicio sobre lo cursi.

    Así, resulta ilustrativo comparar el arranque de 'La delicadeza' con elde ‘Declaración de guerra', de Valérie Donzelli. No es baladí la relación: ambaspelículas comienzan con un romance, con las flores, la belleza, la felicidad del amorentre un hombre y una mujer, trágicamente sesgado por un hecho fatal. MientrasDonzelli plantea esta secuencia en un fastforward autoconsciente, necesario parano eclipsar la historia que importa -la enfermedad del hijo y cómo esa enfermedadlastra el amor de la pareja-, Foenkinos hace uso del subrayado, de la amplificación,dilatando el prólogo sin saber exactamente hacia qué punto quiere llegar. Dehecho, los tres momentos vitales por los que fluctúa la protagonista, Nathalie, (unamuy huesuda Audrey Tatou), apenas quedan delimitados con firmeza. En vez, pues,de sellar e hilvanar esos tres tonos anímicos, Foenkinos sí prefiere detenerse, porejemplo, en monólogos interiores de Nathalie à la Amélie.

    La película tiene un extraño vaivén de voces narrativas, aunque eso en sí mismono supone un problema. Casi lo contrario, porque cuando el relato cambia hacia elpunto de vista del personaje de François Damiens, el tono se relaja, se abre hacia lamagnífica vis cómica del corpulento intérprete, todo gestos de tipo torpe y noble.Con una presencia tal en pantalla, no se entiende cómo tras un número de citasentre él y Nathalie, ambos apenas lleguen a rozarse, no se comprende que el tacto(las caricias, la tensión sexual) quede relegado y casi resulte indiferente. Si en esoconsiste la delicadeza, acabaremos encerrados en conventos.

    A favor: La vis cómica de François Damiens.

    En contra: Que Tatou no deje de una vez de ser Amélie.

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