Sórdido. Es ésta la palabra que me viene a la mente cuando pienso en esta película, el cine europeo retrata como ninguno la sordidez, la crueldad y la reflexión.
Sebastién, es un obrero que se gana la vida como puede. Un día, mientras arregla el tejado, el dueño de la casa fallece y Sebastien ve una oportunidad para hacer mucho dinero a través de una carta enviada al dueño de la casa, se presenta con el nombre del dueño de la casa dispuesto a la tarea.
Esta película, lo reconozco se pasa mal, no es por lo que muestra sino por lo que esconde y por lo que te hace pensar...con un minimalismo tanto en ambientación, como diálogos , te adentra en un mundo de miradas perdidas y sensación de vacío.
La presentación es extremadamente larga, pero es la descripción de la cotidianedad de la vida, cuando te enteras es demasiado tarde y es un choque brutal.
La cinta pasa a ser una sucesión de incógnitas hasta que después de instrucciones poco precisas para llegar al lugar de la realización del encargo, el personaje descubre entonces con horror, con el mismo horror con que el espectador accede a la información simultáneamente, en qué consistirá la tarea. A partir de ese momento, el filme se convertirá en un ejercicio de tensión y terror.
Gracias a las magníficas interpretaciones, y a una dirección podríamos decir que cortante, en la cabeza de la audiencia empiezan a mezclarse términos como "valor de la vida", "dinero", "placer", "juego", y al final la película, ofrece la lectura de una fábula cruel sobre la propia naturaleza humana, muy al modo hobbesiano.
Pero, y éste es el mayor mérito de "13 Tzameti", afortunadamente no a través de una aburrida historia de contemplaciones, sino a través de una trama sencilla, interesante y sobre todo muy impactante.