En la película, el padre se niega a adoptar el perro abandonado. Este tema está muy presente en Mongolia. Con el éxodo rural muchas mascotas son abandonadas por sus propietarios cuando se van a la ciudad. Se cuenta el significado del antiguo vínculo existente entre el hombre y el perro; la historia de este vínculo en Mongolia entorno al eterno ciclo de la reencarnación.
Al igual que en la anterior película de Byambasuren Davaa, esta resulta ser una nueva incursión en el género naturalista pero ciertamente inclasificable, a medio camino entre la ficción y el documental.
Byambasuren Davaa tuvo cuidado en reflejar al detalle la vida cotidiana de los nómadas, y para ello precisó la contribución de la población de la región. "Creo que todo el mundo tiene en sí mismo una parte de creatividad. Intenté convencerles de su talento, y a cambio, me dejaron filmarlos."
La directora retrató a una familia de mongoles desde la región de Altai. Pasaron muchos días en las localizaciones hasta que el equipo técnico y los protagonistas se acostumbraron los unos a los otros. En ese momento se empezó a grabar y juntos pudieron expresar de mejor manera la autenticidad de la familia de nómadas y del perro Zochor.