Decir tres palabras: años 80 aventura. Con sólo unir esas tres consignas nos viene a la mente un personaje. Es evidente, no puede ser otro que Indiana Jones. Lo siento por aquellos que pensabais que iba a decir el pato Howard ('Howard, un nuevo héroe' 1986). El revisar las fabulosas aventuras de este icono de la década más ingenua, viene a colación del escalofrío que recorre mi ser desde que se hizo oficial el anuncio por parte de Disney de la adquisición de los derechos sobre la saga del intrépido arqueólogo creado por George Lucas. No es escepticismo lo que me abruma, que va. Es el pánico más apabullante que se pueda imaginar en un cinéfilo. Disney tiene pensado dominar el planeta, eso es seguro. Pero debemos ser fuertes, tener la conciencia tranquila en cuanto a los regalos que nos dieron esos tres cracks en los ochenta. Harrison, Lucas y Spielberg configuraron una trilogía que jamás ningún ratón bienintencionado nos podrá arrebatar. Dicho esto, mientras me enjuago las lágrimas, sigamos en pos de la aventura.
Una auténtica montaña rusa es lo que supone el visionado de la secuela (o precuela según se vea) de las extraordinarias aventuras del arqueólogo más famoso del cine (bueno, del cine y del resto de la historia, ya que no conozco a ningún otro tan famoso). Vertiginosa desde su comienzo, arranca con un número musical digno de los mejores fims de los años 40 ('Ziegfeld follies' 1946 ). Lo mezcla con una alocada pelea en un local nocturno donde nuestro aguerrido héroe deberá escapar con el diamante que ansia, una cantante que se ve envuelta en el lío mientras que la música sigue en crescendo. Ese ritmo, imprimirá al film durante toda su duración. Frenético donde los haya. No hay espacio para el descanso. La aventura es vivida en un alarde desmesurado de excelente cine con sabor a clásico.
Empezar en lo más alto en cuanto a escenificar la acción puede ser peligroso, pues el público está atónito con un inicio tan espectacular. Pero Steven Spielberg tiene aprendida la lección, no deja que tomemos aliento. Cuando creemos que todo está en calma...hace que un avión se precipite al vacío con nuestros protagonistas. Les lanza contra una montaña, tratan de sobrevivir a aguas turbulentas en un salvaje río. ¡¡¡Y todo esto en los primeros 15 minutos!!! Lo mejor de ello es que lo plasma con un realismo, un buen hacer de director que sabe dónde colocar la cámara, a sus personajes, hacer vibrar la acción para que el desarrollo no pierda empuje, un espectacular despliegue de magia cinematográfica que sólo está en disposición de unos pocos.
Los años 80 nos dejaron esta imperecedera muestra de cine de aventura. De evasión sin tapujos. Directa, entretenida e imaginativa. Con un protagonista al que le sobran presentaciones, queremos ver al héroe en acción. Acelerada del mismo modo que compacta. No le sobra ni un minuto. Envuelta en un tono oscuro, crepuscular. Era una época de transición tanto para Spielberg como para Lucas. Ambos se estaban divorciando. Eso se nota a la hora de trabajar, de reflejar en un film tus pensamientos. El guión, obra de Wiliam Huyck y Gloria Katz ('American Graffiti') debía ser más tenebroso, según petición de Lucas. Del mismo modo que ya hiciera con la saga de 'Star Wars' en su segunda entrega, deseaba que la secuela de Indiana Jones fuera más oscura en su fondo como en su contenido. Así fue. Niños raptados, usados como esclavos, torturas, trabajos forzados, banquetes donde se mezcla lo asqueroso con lo grotesco, sectas diabólicas que someten a pueblos, sacrificios humanos, posesiones...un cocktail que casi roza con elementos del cine de terror.
Mezclado con el magnífico pulso narrativo al dirigir de Spielberg, la historia roza esos límites entre el asombro y la aventura; entre lo terrorífico y la diversión. Eran años locos, todo valía para sorprender al público, sin embargo, un icono como Indiana debía superarse a sí mismo. El trío Lucas-Spielberg-Ford lo consiguió, con creces. Sin ser tan enigmática como su predecesora, o tener un magnetismo y atractivo de cara al público como lo tuvo 'En busca del arca perdida', ésta entrega no deja de ser un estupendo ejemplo de cine de evasión en estado puro. Mantiene pegado a su butaca al espectador. Con una sencilla pero arrolladora historia, en la que el protagonista debe recuperar unas piedras de poder (las Sankara) de un pueblo hindú, que han sido robadas por una secta (los Thugge), disfrutamos de dos horas de diversión asegurada.
El elenco que acompaña a Harrison Ford no hace añorar en ningún momento a la heroína, al amigo o al villano que viéramos en la primera entrega. Aquí, Kate Capshaw da un recital de "chica en apuros que tiene bemoles" muy eficiente. Del rodaje se llevó dos cosas, una genial película donde trabajó y un marido. Se casó con Spielberg Del mismo modo, el joven debutante Jonathan Ke Quan (Tapón) aporta el toque de humor que engrandece la aventura, también significó que un año más tarde trabajase en la inolvidable 'Los Goonies. El villano de turno (Mola Ran) está interpretado por Amhris Puri, que luce un repertorio de gestos malvados que achanta a cualquiera.
Una extraordinaria (como casi siempre) banda sonora de John Williams acompaña las secuencias. Con toques humorísticos desde el inicio con la versión del tema "Anything goes" (Cole Porter, 1934) hasta pasajes tétricos como "Children in chains". Une luz con tinieblas de una manera magistral. Acorde con unos efectos especiales de Dennis Muren ('Terminator 2' o saga 'Star Wars') que le valieron el Oscar ese año. Un deleite lleno de frases ingeniosas, escenas míticas (la persecución en vagonetas, el ritual del sacrificio, el puente colgante...), guiños cinéfilos (el club nocturno). Un espectáculo que dignificó y encumbró aún más la leyenda del héroe por antonomasia: Indiana Jones. Pero la aventura...continuará.