“El Silencio De Los Corderos” es un magnífico y brillante film, dirigido por Jonathan Demme y protagonizado por Anthony Hopkins, Jodie Foster y Ted Levine. Una de las mayores creaciones cinematográficas del cine de los 90s. Ganadora de innumerables premios que reconocen la belleza de un film único, con uno de los personajes más aterradores como lo es Hannibal Lecter, interpretado por un magistral Anthony Hopkins quien dio vida propia a un icono en cuanto a asesinos seriales. Desde primeros compases se ve claramente la propuesta que nos traía su director con esta película. Mantiene la tensión en casi todo momento uniendo de forma idónea trama con puesta en escena. Hay quienes critican las siguientes partes por no tener la intensidad (el silencio) o por pequeños fallos, pero son necesarias para comprender algo tan complejo y misterioso como la psicología de Hannibal. Incluso a los seres más monstruosos hay que comprenderlos desde sus orígenes. Pero vayamos a lo más importante que es la mezcla de géneros. Hay personas que consideran la película como policíaca, otros como suspense, y otros como terror. Clasificarla en un sólo género me parece inapropiado, ya que en los últimos treinta años se han hecho películas que tocan diversos temas. Hay un aspecto que se nos ha pasado en el mundo del cine: cuantos más elementos de diversos géneros incluyas en un filme, esta es más compleja pero completa. Es como componer una sinfonía.
Sin embargo, cuantos menos elementos tenga, entonces es más simple, y por lo tanto, resulta ser menos valorada. El placer de lo sombrío, eso es lo que nos brinda Jonathan Demme, que se pasa por la piedra la novela original, ambiente mal sano, atmosférico y herrumbroso. Dando una sensación al espectador de continua amenaza y acecho. Un viaje a la malévola mente de un Hannibal Lecter que incluso fuera de la pantalla, presentimos su ominipresencia. Su figura brilla casi como la de un semidiós intelectual, con capacidades sobrehumanas en cuanto el arte, la psicología y, por supuesto, la astucia. Siendo por encima de todo, la relación psicoanalítica entre Lecter y Clarice, la más llamativo del relato. Esas conversaciones son el corazón y alma del film, cuyo ornamento, sin pasar a un segundo plano, se sirve como un plato sugestivo y metamórfico con sus referencias kafkianas en cuanto al villano que ansía por encima de todo, transmutarse carnalmente para romper su hastío existencial, pues su codicia le corroe por dentro y no parará jamás hasta obtener su transformación completa. Su mayor mérito está en la magnífica planificación de escenas de Demme, que cuenta la historia sin trampa alguna, con un montaje excelente y una ambientación soberbia, consiguiendo un ritmo perfecto para la historia. La música es envolvente, te va metiendo en la historia llevándote casi de forma imperceptible a la sensación de agonía. Secuencial y ordenada la manera de ir tejiendo la tela de araña entorno de Lecter y eso es un acierto de cara al impacto visual que tuvo y sigue teniendo después de tantos años. La parte de terror la pone Buffalo Bill, personaje repulsivo y desagradable donde los haya.
No obstante, otra temática interesante del guión, bastante más sutil y sugerente en cuanto a secuencias, es la vulnerabilidad inicial de Clarice desde que se le asigna la misión de entrevistarse con el Dr. Hannibal Lecter. Demme hace hincapié en ello, primero, en la lucha que la aspirante a detective del FBI debe lidiar en un ambiente (policial) dominado completamente por los hombres y en el se le reduce sólo a un bonito rostro. El director introduce tres escenas notables al respecto, la primera en el prólogo cuando Clarice se dirige a la oficina de Crawford y debe abordar un ascensor lleno de hombres y la segunda en la que debe hacer uso de una voz fuerte y firme para dar instrucciones en una sala llena de policías varones. También en relación a este punto, el acoso de Chilton en la antesala a su encuentro con Lecter y la agresiva aseveración del caníbal de que Crawford sólo la involucró en el caso porque la desea sexualmente y porque quería excitarlo al recluso y así hacerlo bajar la guardia para que cooperara de forma más fácil. En segundo lugar, por supuesto está la conflictiva y abusiva relación emocional que Lecter establece con una Clarice obligada a aceptar para hacer su trabajo. A partir del principio de quid pro quo, "qué para qué" en latín, que significa “favor por favor”, Clarice se ve obligada a abrir su mente y corazón y exponer sus traumas infantiles y miedos internos a Lecter a cambio de que éste le entregue pistas del patrón de conducta e información personal sobre Buffalo Bill. Es importante señalar que un inteligente Lecter lo hará, primero porque es un sádico al que le divierte, segundo porque ya tiene pensado como generar las condiciones que le permitan escapar de su reclusión y tercero porque terminará por generar un sentimiento entre paternalista y de respeto por Clarice, quien lejos de derrumbarse emocionalmente por la dura prueba que significa tener a Hannibal Lecter en su cabeza, encontrará las claves y la fuerza para utilizar dicha desventaja a su favor.
Las actuaciones son sublimes, Anthony Hopkins está brillante, con una actuación antológica, quien regalaría una de sus mejores interpretaciones, ganando su primer Oscar y estableciendo su fructífera relación con el personaje, el cual se volvería icónico. Se metió tanto en su papel que acabó transformándose en Hannibal Lecter, casi apartándolo de la ficción y conviertiéndole en un mito de la cultura popular. Jodie Foster demuestra que es una de las mejores actrices que ha dado el cine en los últimos 40 años, interpretando varios papeles en uno. Las múltiples caras de Clarice Starling solo son creibles gracias a su impresionante interpretación, construyendo al personaje con esmero y cuidando hasta el más minimo detalle de sus gestos y expresiones. Demostró no sólo su pasión por el personaje, sino sus innegables cartas interpretativas, ganando su segundo Oscar. Ted Levine como Jame Gumb “Buffalo Bill”, logra captar a la perfección la demencia de su trastornado personaje, el cual está inspirado, como, muchos ya saben en el asesino en serie Ed Gein. Lavine realizaría una notable performance utilizando su profunda voz y una faceta casual que verdaderamente provocaba escalofríos. Su interpretación, dicho sea de paso, provocó una fuerte polémica con la comunidad transexual de Estados Unidos, en la que Demme debió salir al paso señalando que Buffalo Bill no era transexual a pesar de lo que aparenta y prueba de ello es que el mismo Lecter lo señala en una secuencia, cuando dice que “Billy no es un transexual real. Pero él cree que lo es. Intenta serlo. Ha tratado de ser muchas cosas”. Los acertadísimos Scott Glenn y Anthony Heald complementan un reparto redondo.
En definitiva, una magnífica, brillante, intrigante, siniestra, terrorífica e inquietante adaptación de la novela de Thomas Harris. Tiene una turbadora banda sonora y grandes dosis de suspense e intriga hasta llegar al clímax final con el duelo entre Bill y Starling. Estamos, ante una cinta con una calidad incuestionable dirigida con maestría por Demme. El guión adapta perfectamente la novela de Harris y se llevó el premio de la Academia merecidamente. Pocas veces Hollywood ha premiado con el máximo galardón un argumento tan truculento que parece sacado de un film de terror. No sólo revolucionaría y revitalizaría el subgénero cuando estaba practicando en agonía, sino que introduciría a un villano carismático y magistral como es Hannibal Lecter.
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