“Terminator 2: El Juicio Final" es considerada una película de culto y uno de los mejores filmes de ciencia ficción de la historia. 13 años después de los acontecimientos de la precuela, Sarah Connor continúa internada en un psiquiátrico, mientras su rebelde hijo vive con una familia de acogida. Sin embargo, la aparición de dos extraños e implacables hombres que los buscan a ambos, terminará por reunirlos. Tras el éxito de “Terminator”, James Cameron tenía intenciones de realizar una secuela en un plazo relativamente inmediato, 2 años. Sin embargo, las limitaciones técnicas para generar los efectos especiales del guión que Cameron había redactado junto a William Wisher Jr., hacían poco viable que el director se embarcara en una secuela exitosa. Por lo demás, existía un entuerto legal que tampoco ayudaba mucho, y que involucraba a Hemdale Film Corporation, propietaria de la franquicia, y Carolco Pictures que también tenía intenciones de hacerse con los derechos. Finalmente, todo se zanjó de buena forma hacia mediados de 1990, mientras el director mirara con buenos ojos la posibilidad de poder hacerse cargo de lo que sería “Terminator 2" con los adelantos computacionales y el hecho de contar con Arnold Schwarzenegger, Linda Hamilton y Michael Biehn, que le significaría gastarse un presupuesto enorme para la época, de U$ 43 millones y la indiferencia de la crítica en ese momento.
Algunos críticos creen que en esta cinta, el director recicla algunas de las ideas previas de “Terminator” para intentar ampliar el paradigma y establecer un universo narrativo y, por ende, una saga de forma inconsciente, pero lo cierto es sí adoptará una postura más filosófica o crítica en la redacción del guión al explorar las posibilidades del leitmotiv propuesta en la precuela, y que más bien esbozó para preocuparse más bien de las cuestiones más pragmáticas de su propuesta, que es generar contundentes escenas de acción que tengan al espectador al filo de su asiento. Así, se preocupará de abordar varias cuestiones asociadas al futuro distópico que presenta y ese desarrollo narrativo lo hará principalmente en los personajes protagónicos de Sarah Connor y T-800, pero esencialmente en el adolescente John Connor. Ciertamente, los protagónicos han mutado, especialmente el personaje de Sarah Connor, que de una indefensa y confundida mujer que no entiende nada de androides o robots que viajan del futuro para asesinarla y escapar a duras penas, se ha convertido en una mujer de armas tomar, peligrosa e impredecible, una paranoica incontrolable que intenta engañar a los psicólogos que la encerraron de que se ha curado para escapar y salir a buscar a su hijo, que le ha sido arrebatado.
Por su parte, por una cuestión más bien pragmática que narrativa, el T-800 reaparecerá como un robot protector y benefactor, a diferencia de su rol en “Terminator” en donde persiguió a Sarah Connor hasta el cansancio para evitar el nacimiento de John, el líder de la resistencia humana en la Batalla de las Máquinas. Arnold Schwarzenegger se había convertido hacía tiempo en toda una estrella de Hollywood, y claramente no correspondería que volviera a interpretar a un villano. De cualquier forma, a pesar de que el austríaco tendría fama en interpretar personajes fríos y poco expresivos, en “Terminator 2", probablemente su mejor actuación, su personaje asumirá otra dimensión narrativa, que es la del padre sustitutivo respecto a John, relación que Sarah Connor reflexionará en uno de sus diálogos. Y es que, ante la ausencia de un padre y una madre, y a pesar de que haber pasado su infancia en un hogar de acogida, el robot se convertirá en la figura paternal de protección que el chico siempre buscó.
Las actuaciones son inmejorables, en esta segunda parte repite Arnold Schwarzenegger como un T-800 que viene del futuro, con una interpretación bastante notable. Linda Hamilton también repite como Sarah Connor y está inmensa, poderosa, la heroína perfecta con un físico excepcional. Se puso a dieta estricta y se preparó entrenando tres horas al día, seis días a la semana, durante 13 semanas antes del rodaje. Incluyendo combate cuerpo a cuerpo y judo con un especialista del servicio secreto israelí. El esfuerzo que tuvo hacer fue tan grande, que se negó a participar en la tercera parte. Otro grandísimo acierto de la película fue el gran villano, el T-1000, Robert Patrick, un nuevo ciborg de metal líquido que mejora en todo al viejo T-800. Es tan malvado como implacable. Para este papel, Patrick se sometió también a un durísimo entrenamiento, el objetivo era poder correr a gran velocidad sin que su rostro reflejara cansancio. Parece ser que la manera de mirar y mover el cuello estaba inspirada en los movimientos de un águila. Quizás lo más flojo de reparto sea Edward Furlong en el papel de John Connor, aunque se puede decir que, salvo en algún que otro momento, lo defiende bien.
En definitiva, una película que devolvió a James Cameron a la situación de privilegio que debía tener y quedó demostrado, una vez más, que es uno de los mejores narradores del celuloide y uno de los mejores directores de cine de ciencia ficción. Es entretenida, es muy poderosa, tiene efectos especiales que te dejan con la boca abierta, para ser la época que era, con unos giros muy interesantes, atrapante y cautivante, probablemente la gran obra maestra del director. Que explora los sentimientos más humanos de contradicción, en el afán del hombre de crear un futuro tecnológico, que lo llevará a poner en peligro su propia existencia.