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    Kafka, la verdad oculta
    Críticas
    2,5
    Regular
    Kafka, la verdad oculta

    El proceso contra S.

    por Diana Albizu

    Es probable que, después de ganar la Palma de Oro del Festival de Cannes con su opera prima, 'Sexo, mentiras y cintas de vídeo' (1989), el siempre inquieto Steven Soderbergh se encontrara ante un decisivo punto de inflexión profesional... y nada más después de dar el pistoletazo de salida a su carrera. Aprovechando la relativa libertad de movimientos que le brindaba su éxito y reconocimiento crítico, el hiperactivo cineasta decidió llevar a la pantalla un guión de Lem Dobbs (con quien volvería a trabajar años después en 'El halcón inglés') donde, realizando una suerte de juego metaliterario, se contaba la historia del escritor Franz Kafka como si fuera el protagonista de dos de sus novelas inacabadas, 'El castillo' y 'El proceso', que en otra pirueta más se entremezclan entre sí.

    Soderbergh adopta (en parte) el estilo visual del expresionismo alemán para acercarse a las calles angulosas y esquinadas de la Praga amenazante en la que Kafka (Jeremy Irons en tour de force interpretativo) se gana la vida como oficinista y no se olvida de rendir tributo a Orson Welles (anterior adaptador de 'El proceso') tomando citas tanto de su película kafkiana de 1962 como de 'El tercer hombre'. Sin embargo, la ambición de quien todavía no dejaba de ser un estudiante de cine advenedizo lógicamente sobrepasado por el peso de la fama y alabanzas cosechadas impide que, como ocurría con su premiado debut, la película se vea asfixiada por sí misma y sea difícil verla de modo distinto a un trabajo final de carrera cuya validez radica más en el camino de aprendizaje que supone para su realizador que en la satisfacción de una película redonda o completa.

    A favor: Jeremy Irons.

    En contra: El momento over the top en el que la narración pasa de blanco y negro a color.

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