El juego de la política
por Rodolfo SánchezEl actor Tim Robbins debutó en la dirección con Ciudadano Bob Roberts en 1992 película que, como la siguiente, Pena de muerte, venía a ser una consecución lógica no tanto de su trabajo como actor –itinerante y ecléctico- como de su compromiso personal y público en lo político y en los social en su país. De esta manera, Robbins dio forma una película presentada como falso documental para entregar una corrosiva sátira con elementos divertidos que poco a poco van dando lugar a una mirada francamente triste hacia la realidad política del país. Robbins crea una farsa similar a la de Warren Beatty en Bulworth, otro actor activista decepcionado con la política de su país. En ambos casos la música juega un papel central para configurar a los dos políticos, en el caso de Ciudadano Bob Roberts desde el folk, lo cual le confiere un aire más populista a un candidato a la presidencia que esconde no pocos secretos en sus intenciones reales. Árida y dura, la película resulta notable aunque algo irregular, quizá la idea del falso documental acaba agotándose rápido, pero la película está llena de grandes ideas, de una gran precisión analítica de los entresijos del poder, y, sobre todo, una triste visión de un país que se deja llevar por las apariencias (como casi todos en realidad) y aplaude lo que ve sin darse cuenta de lo que anida debajo dada la manipulación que ejerce el poder. Una fábula magnífica que muestra que el cine político no tiene por qué ser, como muchos piensan, aburrido.
A favor: La mirada reflexionada que lanza Robbins.
En contra: Quizá la duración hace que la propuesta de falso documental se agote.