Resurrección castrense
por Covadonga G. LaheraTachada por algunos como excesivamente deudora de la secuela de Terminator dirigida por James Cameron un año antes y del personaje de Rambo, también excombatiente en Vietnam, Soldado universal fue uno de los primeros éxitos de taquilla del realizador de origen alemán Roland Emmerich, antes de acometer Independence Day o Godzilla, otras apuestas venideras por el cine de catástrofes y ciencia-ficción con desmesurados presupuestos.
Soldado universal parte de un caso hipotético: tras la guerra de Vietnam, el ejército americano, con el beneplácito de las autoridades gubernamentales, lleva a cabo un programa de crionización de soldados muertos en el campo de batalla con el cometido de construir al combatiente perfecto. Una especie de "jugando a ser el doctor Frankenstein, pero al servicio de la guerra". Entre los caídos se encontraban Luc Deveraux (Jean-Claude Van Damme) y Andrew Scott (Dolph Lundgren), que murieron enfrentándose el uno al otro. Al formar parte del resucitado ejército, esas rencillas volverán a aflorar, así como la activación de los recuerdos que habían sido borrados en el soldado bueno. El virtuosismo técnico del filme queda muy por encima de su desarrollo narrativo, que a fin de cuentas queda reducido a una confrontación testosterónica y destructiva más cuyo discurso aboga por "una cierta apología del patriotismo armado yanqui"...
A favor: La secuencia del supermercado.
En contra: Le falta sentido del humor, pues se toma muy en serio a sí misma.