"Tomates Verdes Fritos" es un conmovedor y entretenido film, basado en la novela de Fannie Flagg, dirigido por Jon Avnet y protagonizado por Kathy Bates, Jessica Tandy y Mary Stuart Masterson. No es una comedia ni un melodrama lacrimógeno, tampoco es una cinta de intriga ni un drama social. Sin embargo, consigue reunir todos estos aspectos y funcionar al mismo tiempo. Aunque las vueltas al pasado y la voz de Ninny como narradora pueden resultar recursos fáciles y cómodos, se presentan como necesarios y no perjudican en absoluto al conjunto global de la historia. En cuanto a los temas que trata, se podría decir que el principal es la toma de conciencia del valor personal de cada uno y la no conformidad, reflejado en como la anciana Idgie, nexo de unión entre el pasado y el presente, influye en la vida de dos mujeres: Ruth y Evelyn. Ambos personajes tienen problemas en sus respectivos matrimonios, y gracias a la ayuda de Idgie logran sobreponerse y solucionarlos. Pero hay más. Hay racismo, religión, vejez, feminismo, rebeldía, muerte, vida, amor. La novela de Fannie Flagg en la que se basa el guión es más explícita respecto a los sentimientos entre las dos protagonistas. Es precisamente ese tratamiento sutil, leído entre líneas, de una poderosa relación de amor lo que la hace una gran película, pues esos sentimientos se nos presentan como poesía visual y argumental.
De este modo, al principio, cuando el espectador aún no sabe hacia dónde caminará la historia ni quiénes son sus verdaderas protagonistas, el director ofrece un primer plano fugaz de una pequeña Idgie cogiendo la mano de una adolescente Ruth mientras cruzan un puente. Toda una declaración sobre lo que nos queda por descubrir en las dos horas de metraje. El relato está narrado en flashback por boca de la entrañable y simpática Ninny, a la que le gusta contar sus recuerdos. Lo hace pausadamente, con profusión de detalles, en sesiones sucesivas, con afecto y ternura. La historia se divide en dos segmentos: los recuerdos del pasado de la narradora y los hechos de presente, incluidas las visitas de Evelyn a la residencia. Los dos tiempos se entrecruzan yuxtaponiendo incidencias, hechos y referencias separadas por 50 años. La combinación de tiempos tan distintos se construye con habilidad y gracia, de manera que no fragmenta el relato, sino que lo enriquece con contrastes, paralelismos y similitudes, que aligeran la narración. Haciendo uso de un tono amable, sencillo, realista y sincero, que resulta grato al espectador. No le obliga a hacer esfuerzos de memoria y le proporciona información con ingenio, gracia y buen humor. Al servicio del humor se ofrecen algunas escenas llenas de ironía y comicidad, como el enfado de Evelyn en el aparcamiento, las clases de autoayuda y empoderamiento femenino a las que ella asiste y otros pasajes de igual o mayor hilaridad.
La historia se explica en términos feministas y de rechazo del racismo, el maltrato doméstico, la violencia de género, la marginación social de la mujer y su injustificable exclusión de juegos como el póquer y el baño en el río. Se esboza la situación de paro, desesperanza y miseria que se vive en el país durante los años de la Gran Depresión, las patéticas y vergonzantes acciones del Ku klux klan, el trato diferente de la justicia con blancos y afroamericanos, el paso del tiempo y los cambios que impone, secretos de la buena cocina, la muerte, la discapacidad sobrevenida por accidente o edad, la posibilidad humana de rectificar y cambiar, etc. No sólo se tratan muchos temas, sino que además se presenta una galería amplia y diversa de personajes, que amalgama, ordena y funde en una historia unitaria, consistente y entretenida, que destila humanidad y ternura. La fotografía es lumínica y evocadora a la época y lugar, además está estéticamente cuidada en detalles bellos que confortan. La música es una hábil mezcla de sonidos dulces y emotivos, gracias a la experimentada mano de Thomas Newman que acompaña el film con mucho encanto. Los planos y movimientos de cámara completan un estupendo trabajo técnico mediante el uso de detalles, rotación, primeros planos, que sacan lo mejor de una historia hermosa. Miradas y rostros emotivos que lo dicen todo y que se contrastan con las escenas más divertidas y memorables de la película, en las que Evelyn parece sufrir ataques de locura que la transforman en una nueva mujer.
Las actuaciones son sobresalientes, tenemos tres protagonistas: Kathy Bates, comodísima en el papel de mujer chapada a la antigua que experimenta un cambio impresionante. Jessica Tandy, actriz clásica que sigue conservando el magnetismo de su juventud, convertido ahora en un encanto bárbaro que consigue encandilar al espectador desde la primera aparición de la veterana actriz. Y por último Mary Stuart Masterson, icono ochentero que alcanza en este filme el punto más alto en su trabajo, con una labor tan cuidada que parece estar mostrándonos a una persona real, lo que ayuda a la película ya que nos encontramos con un relato dentro de otro y ahí el realismo juega un papel clave. Mary-Louise Parker está genial en otro de los personajes clave en la "insinuación" de la homosexualidad y del costumbrismo del sur de los Estados Unidos. El resto del reparto secundario es bastante correcto.
En definitiva, quizá no sea una de las mejores películas de la historia del cine, y puede que a muchos deje indiferente, pues no es que tenga nada especialmente original. Pero es un film único, ya que lo tiene todo y todo en su sitio. Amistad, amor, en los que hay un tiempo para llorar y otro tiempo para reír. Una conmovedora historia que reúne perfectamente los ingredientes necesarios para convertirla en una cinta que te llega, inevitablemente, al fondo del corazón.