Varias de las escenas con el presidente en plena campaña eran, en realidad, imágenes cogidas de la campaña presidencial del demócrata Bill Clinton en 1992.
La escena en la que John Malkovich se pone la pistola en su boca fue totalmente improvisada. El director Wolfgang Petersen, sorprendido por el efectio que dio, decidió dejarla en el montaje final.
Para preparar su papel, John Malkovich decidió vivir aislado totalmente durante el mes previo al rodaje de la película, para conectar con el sentimiento de aislamiento de su personaje. Ni salía de casa ni cogía el telefono.
Los servicios secretos de los Estados Unidos ayudaron como consultores para la película.