Guelwaar, católico y gran defensor de la autodeterminación africana, fue eliminado de en medio por la disidencia de sus inquietantes palabras. En la mañana de su funeral se descubre que su cuerpo ha desaparecido, con la lectura del panegírico produciéndose ante un ataud vacío. Una familia musulmana se había encargado de enterrarlo previamente a este error crerical, pero no dijeron nada al respecto para no quedar mal. Ahora las dos comunidades religiosas se encuentran enfrentadas, evocando el recuerdo de un curioso y memorable personaje que causó la incomodidad a unas autoridades que temblaron por sus críticas a la ayuda internacional que se enviaba a África.