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    El festín de Babette
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    El festín de Babette

    Cine culinario: el origen

    por Quim Casas

    En pleno apogeo de ese género apócrifo conocido como cine culinario no está de más que se recupere comercialmente la película que viene a ser algo así como uno de los títulos fundacionales de la modalidad, El festín de Babette, realizada hace veinticinco años por Gabriel Axel, veterano director danés que se había hartado de rodar telefilmes desde los años cincuenta y del que poco más se sabría después de este pantagruélico festín (realizó en inglés La verdadera historia de Hamlet, príncipe de Dinamarca y después uno de los segmentos de Lumière y compañía).

    Lo mejor de esta película rodada cuando cine y cocina no eran una moda reside en su carácter hedonista, algo que muy pocas películas posteriores sobre reuniones y celebraciones gastronómicas, sean en clave de comedia o de melodrama, ha conseguido. En su éxito se citan dos aspectos. Por un lado el relato en que se basa, escrito por Isak Dinesen (Karen Blixen) en los años cincuenta para una revista estadounidense. Por el otro, la voluntad tan puntillosa como manierista de la que hace gala Axel. Siendo una propuesta lúdica, aunque a ratos triste y severa, destaca por su carácter casi artesanal (como el arte de la comida), por la orfebrería minuciosa con la que está construida cada secuencia, apuntaladas todas ellas en algo más que el desfile de manjares suculentos regados con excelentes caldos.

    Manierista, pero no esteticista. Así es esta película ahora recuperada que tiene otra de sus bazas en la presencia de Stéphane Audran en el papel de la mujer parisina que llega a una apartada aldea danesa huyendo del gobierno de su país, acepta las condiciones de vida luteranas que le proponen las dos ancianas que la acogen y organiza para toda la comunidad una deliciosa cena al estilo francés: protestantismo y nouvelle cuisine se dan la mano felizmente.

    Audran aporta algo más que distinguida presencia: su participación en la película nos hace recordar que el que fuera su esposo y director habitual, Claude Chabrol, fue uno de los cineastas más relaciones con el arte de las cocinas y la comida, con lo que la interpretación se convierte también en sabroso y bien condimentado guiño.

    A favor: su carácter cálido, íntimo, minucioso y hedonista.

    En contra: el tiempo transcurrido desde su relación ha rebajado algo sus prestaciones.

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