Algo sucede detrás de las mentes creativas de Paramount Pictures
La cohorte de personas de la generación Z, escondidas en sus hogares del litigante sol veraniego, tuvo la “suerte” de presenciar la trasmisión de una serie centrada en las aventuras-independientes en cada episodio- de los socorristas de la playa de Santa Mónica, en la costa de Los Ángeles, California, que estuvo en antena un irrisorio periodo equivalente a una década. El principal promotor y único beneficiado de verdadera fama gracias al show–relegando, claro está, al símbolo sexual en que se convirtió Pamela Anderson-, David Hasselhoff, creo una ridícula y superflua sucesión de largometrajes y spin-offs con la finalidad de conservar a flote una programa que ya desde sus inicios estaban enterrado en las marañas de su simplicidad y ridiculez. Unos años después, se declaró el cese definitivo de productos audiovisuales sobre el grupo de salvavidas, sin embargo, el flotador de satisfacción no duro mucho al informar, poco tiempo después, que una gran productora hollywoodense llevaría a la pantalla grande el submundo de la bahía con caras, músculos y glúteos mucho más jóvenes. Es hoy cuando se estrena su homónimo título cinematográfico, una suerte de hibrido entre los vicios cómicos del siglo XXI y las analogías del vacuo blockbuster actual de la década antepasada.
Teniendo como gran culpable al desmesurado presupuesto que le otorgó Paramount Pictures—no comprendo por qué, pero fue realmente sorpresivo ver a Andy Garcia y Eli Roth como productores —a su director Seth Gordon, la cinta logra salir, momentáneamente, de la superficialidad de los cuerpos robustos, bronceados y perfectos para contar un chiste de historia delictiva sobre narcotráfico, que bebe de la parodia a las cintas de acción contemporáneas mientras intenta mantener un aura llevadera mediante gags cómicos medianamente graciosos, terminando en una receta alta en calorías, el equivalente a la súper producción cómica llevada a niveles decepcionantes. En la actualidad, existen obras dignas de atención que se estrenaron en fechas similares y que tuvieron el mismo tono, la diferencia parte de que estas tuvieron solidas las ideas desde su origen, un ejemplo rápido y puntual: “Spy” de Paul Feig.
Ya desde la apertura se van dando pistas del matiz jacarandoso y trivial que prevalecerá en el relato con Dwayne “The Rock” Johnson saliendo victorioso del agua con una bañista en brazos y el logo del filme, con enfático orgullo, como telón de fondo, agregándole unos delfines retozando—tal vez faltos de oxigeno entre tanta megalomanía—fuera del agua. Debo confesar que sentí una intensa buena espina en la especie de videoclip inicial, no obstante, se vino abajo en cuanto atendí que los dos primeros nombres que aparecen en los créditos iniciales son masculinos, significante explícito de que algunas actrices son meramente un eyecandy, del mismo modo, el detalle de los delfines provocaron que, casi automáticamente, me llevara la mano a la cabeza, una decepcionante postura que perduro, al menos, la mitad de los extensos cuasi ciento veinte minutos. Cabe resaltar que esta acción tuvo breves lapsos de carcajadas, sin embargo, fueron tan provisionales, que siquiera recuerdo los causantes.
La historia es tan escueta como si se tratase de un episodio de la serie que olvidaron trasmitir. El teniente Matt Buchanan (Dwayne Johnson) y su dupla de despampanantes compañeras supervisan una convocatoria con el fin de encontrar nuevos e idóneos miembros para el escuadrón de salvavidas de Emerald Bay. En paralelo, se despliega la correspondiente sub-trama entorno a una red de criminales que utilizan la playa como camuflaje para el tráfico de estupefacientes, contando con la multimillonaria Victoria Leeds (Priyanka Chopra) como cabecilla clave. El relato hace honor a su fuente haciendo gala de hombres grandes y mujeres voluptuosas en bikinis extra pequeños balbuceando chistes subidos de tono.
Ni la vis cómica inherente de “The Rock”, Efron o la emergente estrella Alexandra Daddario consigue consolidar una definición clara esta obra desde el inicio, y pese a que algunas de las circunstancias humorísticas, especialmente las expresadas gráficamente, son bastante vivaces e incisivas, el flojo dominio en la dirección por parte Gordon, el insatisfactorio guion de Damian Shannon y Mark Swift, unos—literalmente—caricaturescos efectos especiales, yerros detectables en el raccord y la manera en la exposición de las ideas suscitan que la cinta finalice como un prospecto de filme adolescente, veraniego, clasificado R con uno de los equipos actorales más cotizados en la actualidad, un presupuesto envidiable y un resultado audiovisual, fatídicamente, ahogado.