Parodiar sin gracia
por Rodolfo SánchezLa evolución de Mel Brooks como director consistió en ir de propuestas personales –gusten más o menos- que partían de ideas propias o de parodias a realizar tan sola estas últimas.
Si bien estamos ante un humor muy particular, se debe reconocer que durante cierta época Brooks logró algunas películas muy conseguidas y creó no pocos gags que todavía se pueden recordar en la actualidad. Sin embargo, sus últimas obras no tienen sentido ni interés alguno. Drácula, un muerto muy contento y feliz representa a la perfección ese cine paródico que, a partir de una obra previa, consigue mostrar cómo lo que se planteaba como serio en realidad, con un trabajo hiperbólico y satírico, puede transformarse en algo cómico. En este caso, la película de Coppola a partir de la novela de Stoker es el objetivo de Brooks. Y el resultado es simplemente bochornoso. Sobre todo por la apuesta de Brooks por el humor tosco y escatológico antes que inteligente, parodiando desde lo fácil y no aportando, en realidad, absolutamente nada. Pero lo peor es que estamos ante hora y media aburrida, porque nada tiene gracia, la narración es inexistente y todo parece una sucesión de gags con una conexión leve que, a los pocos minutos, ha cansado.
A favor: Nada.
En contra: Todo.