Probablemente mi obra favorita de Hitchcock. Hace posible una obra totalmente cinematográfica renunciando a la herramienta más característica, el montaje. Mediante un encuadre activo y perverso, una imagen incisiva donde la composición desaparece. Una de las películas más intensas de la historia. 80 minutos de puro teatro cronometrado por la luz, elemento muy importante que va marcando la tensión a medida que van descubriendo cosas, y al final, el negro cielo nocturno que marcará la victoria de la justicia.
El espectador conoce desde el principio el crimen y la autoría, mientras los ignorantes son los protagonistas. A partir de esto se crea una atmósfera tensa e inquietante de suspense, que gira entorno a una clara cuestión; ¿existe el crimen perfecto?.
La ética teñida de superhombre (Nietzsche), seres superiores intelectualmente, capaces de decidir sobre otros inferiores, y el alcance de estas normas a la hora de realizar el crimen perfecto.
Hitchcock te mantiene dentro de ese apartamento lleno de símbolos y objetos iconográficos; el arcón, la soga, las velas, el alcohol...
También dota de un humor negro y un subtexto homoerótico a la obra, no tan remarcado como en el teatro original (1929).
Está rodado en 10 tomas de unos 8 minutos cada una, que se enlazan mediante suturas poco visibles, de modo que conforman un plano secuencia practicamente único, de espectacular virtuosismo, que junto al siempre grandioso James Stewart conmemoran una obra maestra. No carece de nada. Escenografia, actuaciones, simbolismo, guión, moralidad, banda sonora... está todo llevado a la perfección.