A veces el cine nos regala una joya inconmensurable, una película que habla del amor, el dolor, la madurez, la fe, la razón, los prejuicios, el crecimiento personal, el sufrimiento, la muerte y la vida, y lo hace sin atisbo de sentimentalismo alguno y sin otorgar concesiones ni soluciones fáciles al espectador inteligente, que agradece profundamente esta sabiduría traducida en bellas imágenes, punzantes diálogos y poderosos silencios, todo ello al servicio del conocimiento profundo acerca de cómo podemos y debemos afrontar el sentido del amor y de nuestra existencia. Esto y no otra cosa es esa maravilla imperecedera basada en la vida del escritor C. S. Lewis (Las crónicas de Narnia), donde se nos narra con una sensibilidad exquisita, amén de un conocimiento portentoso sobre los laberintos más intrincados de la naturaleza humana, la relación que el escritor mantuvo con la poetisa norteamericana Joy Gresham. Ambos personajes son encarnados de forma soberbia por Anthony Hopkins y Debra Winger, en un trabajo que nos arrebata, nos conmueve, nos emociona, nos zarandea, nos ilumina y nos convierte en más sabios y más humanos tras haber atravesado con ambos la durísima experiencia que se refleja a través de su hermosa y dolorosa historia de amor. Imprescindible.