Claudia ha vivido sumida en el dolor desde la traumática desaparición de su hija Ángela, quien se esfumó sin dejar rastro hace años. La pérdida la dejó en un estado de tristeza del que empezaba a salir. Sin embargo, su mundo da un giro inesperado cuando recibe una llamada telefónica estremecedora: “Mamá, soy yo, Ángela. ¡Por favor, ven a buscarme!”.
La voz al otro lado del teléfono es inconfundible, y aunque parece imposible, Claudia se aferra a esa mínima esperanza de que su hija aún esté con vida. Decidida a encontrar respuestas, recurre a Salazar, el inspector que investigó el caso, para que la ayude a seguir una nueva pista.