El fenómeno televisivo del año, a expensas del estreno de 'Penny dreadful', se llama sin lugar a dudas 'True detective'. La cadena HBO ha dado de nuevo en el blanco con una propuesta arriesgada tanto en forma como en contenido. No ha dejado a nadie indiferente, ni a la legión de seguidores ni a sus escasos detractores. Hay bastantes factores y elementos para catalogar esta serie como una de las mejores de los últimos años. Influencias, referencias y temas actualizados que han elevado a 'True detective' al nivel de series de culto nada más estrenarse. En apenas ocho episodios llenos de calidad artística y técnica, nos han dejado un delicioso y retorcido buen sabor de boca fomentando nuestra ansiedad y desesperación por conocer qué historia, personajes y desarrollo tendrá la próxima temporada, que dicho sea de paso que me atrevo a aventurar que en su primer capítulo tendrá una de las audiencias más elevadas en la historia de la televisión.
LA MENTE SINIESTRA TRAS LA SERIE:
Para hablar de esta serie primero debemos mencionar su creador Nic Pizzolatto, verdadero artífice y mente ingeniosa que ha sabido aunar en una densa trama, algo confusa en ciertos pasajes, una apasionante reflexión sobre el eterno dilema moral del ser humano: la lucha entre el bien y el mal. Adornada y conducida por dos narradores fabulosos encarnados en Woody Harrelson y Matthew McConaughey, auténticos magos de un trabajo excepcional como actores. Pero siguiendo Con Pizzolatto, destacar que un debut como el suyo hacía tiempo que no se veía en la pequeña pantalla. Todo un descubrimiento el de este novelista de género que con tan sólo un par de novelas anteriores, ‘Entre aquí y el Mar Amarillo’ (colección de cuentos de 2006) y ‘Galveston’ (2010) aparte de su pequeña incursión como guionista en series como ‘The Killing’ ha servido a los ejecutivos de HBO para fijar su atención en los textos de ‘True detective’ su primer trabajo original para la televisión.
Un arriesgado salto en cuanto a la forma de presentar un contenido lleno de escabrosos temas (pederastia, adulterio, asesinatos, violencia extrema, consumo de drogas, sectas, corrupción de autoridades...) que a buen seguro ha hecho recordar en este autor el género "Hard Boiled", que plasma lo policiaco con elevadas dosis de violencia gráfica. Pero Pizzolatto sube un par de peldaños más y lo hace gracias al uso de los personajes en detrimento de la trama. Sus creaciones, Rust Colhe y Martin Hart, son sus apóstoles personales, los conduce por separados caminos en su relación, pero con la total convicción de una redención obligada, cuando no complementaria. Dos caras de la misma moneda que expresan el ambiguo estado del hombre, su desazón, su tolerancia, escepticismo o decepción, ramificadas en sus comportamientos. Una pareja de investigadores que forman un todo sin darse cuenta. En la serie vemos lo distantes que parecen cuando en realidad coexisten en un mismo plano.
EN BUSCA DE UNA TRAMA:
Millones de páginas, blogs y notas de prensa han copado de información, rumores y teorías; todo lo concerniente al argumento y desarrollo de ‘True Detective’. Pizzolatto ha demostrado ser un portentoso prestidigitador. Nos ha hecho creer que perseguíamos monstruos, que debíamos resolver un enigmático puzle que abarcaba más de 25 años de investigación. Nos ha ido dejando pequeñas migas en el camino para que tuviéramos la falsa certeza de seguir la senda correcta. Humo, engaño y despiste, un fantástico catalogo de McGuffins, pistas falsas y giros de guión que han hecho aflorar en nuestra memoria televisiva otras series míticas, como ‘Twin Peaks’, con las que comparte numerosas referencias y analogías. La serie, aunque corta en duración, la podemos dividir en tres partes. Cada una sigue a la perfección los parámetros que se establecen en una buena novela de intriga.
Los tres primeros episodios conforman la presentación visceral de ambos personajes-narradores. Un filosófico, descreído de la condición humana y amargado Rust se contrapone al "adaptado" pero con defectos irremediables Hart. Son ellos los auténticos motores de la serie, porque esta es una serie de personajes disfrazada con una densa pero engañosa trama. La segunda división se puede marcar entre los capítulos cuatro y siete donde la acción cobra peso. Se introducen numerosos nudos narrativos que de manera sinuosa expanden la historia y un sinfín de ganchos al espectador para que cree él mismo su propia teoría, para terminar en un episodio final, o desenlace en el género literario de las novelas, que puede gustar más o menos, y quizás resultar demasiado optimista en relación a la temática tratada. Incluso se puede catalogar de abrupto o tildar de precipitado por su forma directa de presentar la resolución de la serie. Lo que no se le puede negar a Pizzolatto es su magnífico pulso y brío a la hora de perfilar personajes.
ACABADO VISUAL:
Otra de sus acertadas bazas de su éxito reside en el resultado final en pantalla. Un acabado de impecable factura que se traduce en imágenes hipnóticas, atmósferas rurales deprimentes, parajes inhóspitos, bosques y pantanos lejos de la urbe donde todo transcurre con ‘normalidad’. La dirección de la serie en su totalidad corre a cargo de Cary Fukunaga, que se ha hecho un hueco y un nombre gracias al talento demostrado con su trabajo. Plano secuencia aparte (cap.4, mucho se ha hablado de ello pero es técnicamente falso y en eso reside su mérito) los espectadores hemos disfrutado de una serie más cercana al lenguaje cinematográfico que al televisivo propiamente dicho. Comenzando por su atractiva y morbosa cabecera hasta por las transiciones que en cada episodio podemos disfrutar. Música encomiable y encajada de forma fenomenal en cada secuencia con decorados muy trabajados, localizaciones con detallado mimo en su elección y una rica variedad de estados de consciencia de los personajes que se reflejan en el uso de la fotografía para cada uno de ellos.
Elementos que Pizzolatto y Fukunaga han sabido conjuntar con una historia que tiene mucho en común con H.P. Lovecraft. Mitos, rituales arcanos, sectas y demás temas han sido mezclados con la idiosincrasia de los habitantes de Louisiana, sus pantanos, la cultura cajún y la poderosa influencia de la religión (elemento y pilar que envuelve la historia y las motivaciones de ciertos personajes principales). Temas escabrosos que el director ha reflejado con cierto toque de buen gusto, sin tener que llegar a lo grotesco, y dejando al publico que sea quien lo imagine, que sea el espectador que decida que está viendo (la escena de la niña en la cinta de video es del todo un acierto).
BREVE, CONCISA Y EXCELENTE:
Así podríamos resumir esta primera temporada de ‘True Detective’. Una maravillosa apuesta y forma de engancharse a las series de calidad que cada día aumentan más en pantalla, con unas premisas arriesgadas pero que solventan con una intachable labor actoral que clama a los cuatro vientos que el público desea y pide más personajes así. Llenos de defectos, secretos y dobles lecturas morales. Su corta duración es muestra más que notoria que la prolongación de buen producto no es sinónimo de éxito o aceptación. HBO ha dado en el clavo al darnos pequeñas dosis de excelencia encapsuladas en terribles pesadillas que atisban un futuro muy prometedor en la televisión. Tal vez haya un antes y un después de esta serie. Unos ya la han nombrado la Mejor Serie de todos los tiempos, y otros, serie de culto y mito. Palabras mayores, lo sé. Yo aún me debato entre su inmejorable trabajo artístico y mi ansia como espectador que deseaba profundizar más en la trama, que esperaba algo más que carnaza narrativa con la que seguir cada episodio. Me ha faltado eso, más rigor en la trama. Pero sin duda nos encontramos ante una excelente serie, perfecta para convencer a aquellos que todavía piensan que las series de televisión son un mero entretenimiento menor del cine. Una ideal propuesta que está, y estará, dando de qué hablar.