Hay películas que siempre estarán vigentes en la historia del séptimo arte, una de ellas es "La naranja mecánica". El maestro Stanley Kubrick creó una obra de arte en toda su extensión. Con una banda sonora perfecta, que cautivó a los críticos de la música más exigentes y refinados, al hacer un merecido homenaje a Ludwig van Beethoven, demostrando con ello el buen gusto musical del célebre director neoyorkino y la osadía de fusionar de manera ejemplar la música clásica con ésta película de culto. El guión adaptado en la novela de Anthony Burgess, narrá la vida de Alex, un joven agresivo con dos pasiones: la ultraviolencia y Beethoven. Liderando su pandilla compuesta de cuatro jóvenes, descargan sus instintos más violentos golpeando, violando y aterrorizando a la sociedad. Cuando esa escalada de terror llega hasta el crimen, Alex es detenido y, en prisión, se someterá voluntariamente a una innovadora experiencia de reeducación que pretende anular drásticamente cualquier atisbo de conducta antisocial, con consecuencias devastadoras.
Nos encontramos ante una sociedad inmunda, violenta y despreciable, plagada de sexo, alcoholismo, drogas... Kubrick es un personaje que cuida mucho la estética de sus películas y eso lo vemos en la importancia que le da este director a la fotografía. En este caso, vemos que juega mucho con los colores, ya que nos contrasta mucho los rojos y el juego de los blancos por lo que nos da la sensación de sordidez y frialdad. Básicamente, estamos ante la obra más "prohibida" y controvertida de uno de los mayores genios que se han dignado a deleitarnos con su talento a lo largo de la historia del Séptimo Arte. Aun así, no estamos ante algo que pueda ver cualquiera, pues no es recomendable para aquellos espectadores con un estómago delicado.
Es un film que ha influenciado a Skinheads o Punk. Siendo un icono para muchos. Una cinta prohibida por los cristianos o personas religiosas. Quién no conoce al pequeño Alex y a sus drugos, mostrando la ultra violencia. Muchas personas no la entienden, nada de su satira que tiene en todo momento. La batalla con BillyBoy es épica de las mejores batallas que he visto. Una escena muy mítica es donde Alex y sus drugos caminan y Alex golpea a Gorgie y Lerdo o Dim. Tiene un perfecto manejo de la psicología humana, nos muestra una visión del mundo algo exagerada, pero que no deja de ser la estructura real del mundo en el que vivimos. Dice algo así como que "el orden necesita del desorden". Las dos partes de la cinta nos muestran ambas cosas: la primera enseña el desorden encarnado en la genial ultraviolencia de los drugos, y la segunda el orden en un chaval convertido a santo mediante un lavado de cerebro político. Y lo más impactante es que Kubrick hace que sintamos simpatía por ambos personajes, tan extremadamente opuestos. Viene a decir que a nadie le gusta la violencia, pero si queremos erradicarla lo haremos por medio de más violencia. Es lo que hay, el mundo no tiene sentido, y lo mejor es dejarlo como está, respetando el libre albedrío.
Las actuaciones son notables, sobre todo la de el histriónico Malcolm McDowell, que escribió gracias a este papel su nombre con letras de oro en las páginas del gran cine. Su magistral interpretación del psicótico Alex mueve sucesivamente desde el asco a la compasión. Y no era tarea fácil encarnar a un personaje tan complejo: Alex es brillante (su gusto por la música de Beethoven indica sensibilidad), perverso (la música le hace evocar ultraviolencia), firme y decidido (obliga a sus drugos a aceptar su autoridad como jefe), pero no carece de sentimientos (llora la muerte de su serpiente). Y curiosamente, alguien así es producto de unos padres grises, torpes y simples hasta la estupidez. Difícil atender a otros personajes cuando toda la atención recae sobre McDowell, pero no hay que olvidarse de Aubrey Morris, el gran Patrick Magee, un impagable Michael Bates y los "drugos" de Alex (James Marcus, Warren Clarke y Michael Tarn).
En definitiva, un icono del cine, infaltable en la filmoteca de cualquier cinéfilo, innovadora e influyente en la obra de cualquier director de nuestros tiempos, por su fuerza y vigencia. La ambientación y vestuario es sorprendente, tornándose un ambiente futurista espléndido. Es Absorbente, grotesca, enigmática, fascinante y de gran influencia tanto para el mundo del cine como para la cultura popular. Pocas obras en la Historia del cine podrán presumir de ser tan polémicas y provocativas como ésta. En ella encontramos secuencias que están entre las más perturbadoras y originales del celuloide: la paliza al mendigo, el ataque con esa escultura en forma de pene, cuando los ex-"drugos" de Alex intentan ahogarle en la bañera y, cómo no, las sesiones del terrorífico experimento Ludovico, que sólo el mencionarlo ya pone los pelos de punta.