Para crear algo nuevo hace falta incomodar. María, la protagonista de Cardo, sabe muy bien como hacerlo. Es experta en hacer que al espectador le den ganas de sacudirle los hombres para que entre en razón. Y justo por eso se ha ganado nuestros corazones. Ahora regresa con nuevos episodios, lista para fascinarnos al mismo tiempo que aumenta el nivel de 'cringe'.
Atresplayer estrena la temporada 2 de Cardo, la maravillosa creación de Ana Rujas y Claudia Costafreda. Si en la primera temporada María trataba de huir de la muerte que había provocado al mando de su moto, en la segunda el escenario cambia por completo. La protagonista ya ha pasado su estancia en la cárcel y sale a un mundo para el que no está preparada. Aquí somos testigos de su redención y limpieza espiritual -a ritmo de Santa Teresa de Jesús-.
Es una nueva María, pero sigue manteniendo su esencia pura. En contraposición a ese personaje principal torpe y confundido, la serie de las creadores es una maravillosa obra de artesanía cuidada al mínimo detalle. El universo que Rujas y Costafreda construyen en Cardo es único y auténtico. Tira de elementos castizos y arraigados en la tradición española para transgredir y sacudir al espectador.
Charlamos con sus artífices y hablamos de la motivación para volver a contar algo nuevo, de las chicas de 15 años que inspiraron la creación de Yasmín, de la inclusión de la religión en el eje de la trama y de generar incomodidad en el público.
La primera temporada fue rompedora, ¿teníais presión por mantener la frescura para la segunda?
Ana: Intentábamos volver a motivarnos para volver a que nos gustase mucho lo que estábamos contando. Yo creo que eso es lo que más nos ha preocupado, más que volver a ser, como nos han dicho, rompedoras. Que nos volviese a emocionar la historia porque la primera estaba ya terminada y habíamos contado esa historia. Entonces, el reto era volver a contar algo que fuera distinto.
Para la primera teníais base en la realidad, ¿aquí habéis tirado de asesoramiento?
Claudia: Sí, sí. Es una protagonista que sale de un centro penitenciario y que la situación es un poco más extrema en ese sentido. Entonces esta temporada no está tan nutrida de anécdotas o de inspiración de nuestro entorno. Efectivamente, sí que nos hemos empapado mucho de historias y de personas.
¿Algún aspecto que os preocupase especialmente que estuviera bien retratado?
Ana: Me acuerdo de las reuniones con chicas de 15 años. El personaje de Yasmin, que tiene 16 años… Claudia y yo decíamos ‘Y cómo hablan, de qué se preocupan, por qué se preocupan…’. Tuvimos muchísimas reuniones con chicas de esa edad. Nos importaba mucho ser fieles a lo que ellas podían ser.
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La serie es muy castiza y tiene muchos elementos de barrio y de la tradición española. Aquí introducís la religión, ¿no os daba un poco de miedo que pudiera chocar?
Ana: Somos un poco herederas de esa religión en España. Es lo que yo he vivido y Claudia también, de otra manera. Las dos somos herederas de todo eso y María en este caso también. De la manera en la que se acerca es en la manera en la que me podía acercar yo o se podía acercar Claudia. Y hemos querido continuar con un personaje que, al final, siempre está al borde de querer salvarse, de la perdición, la fe, de rendirse... Y la culpa y todo eso son conceptos que tienen que ver con lo religioso. El tercer guionista de esta serie un día trajo a la mesa el: ‘¿Por qué no hablamos de Santa Teresa de Jesús como un personaje al que se acerque María?’. Y nos pareció que era una clave para continuar con esta María que quiere cambiar y hacer las cosas bien -supuestamente bien- y tener un referente tan cercano como Santa Teresa y estar acompañada por el libro de la vida. Continuar así con este camino de la fe y de la redención, que al final es lo que pasa en la temporada.
Hay momentos de la serie que generan incomodidad, ¿os daba miedo que fuera antipático para el espectador?
Claudia: Sí, me gusta que te acuerdes de esos momentos. Como el rap de María para intentar conectar. Hasta a nosotras nos da cringe. Al final es el retrato de un personaje bastante extremo en sus actos. Más que cómo se lo va a tomar la gente, al final es si nosotras, como creadoras, lo compramos o no. Es una cosa que hemos ido viendo en todo el proceso, hasta del montaje y todo, de cómo querer a María y todo lo que hace. Al final la queremos muchísimo, pero es verdad que algunas situaciones son fuertes y cuesta conectar con ellas.
