Había algunos que dudaban sobre si la obra faraónica de Eiichiro Oda era trasladable al audiovisual, pero Netflix ha demostrado dos cosas. Primero, que las adaptaciones de manga pueden ser buenas si se sabe cómo hacerlas. Y segundo, que One Piece es un mastodonte de la cultura pop que acepta la traslación al anime, a la acción real o al videojuego, rompiendo la maldición de Cowboy Bebop o Death Note. Pero claro, ninguna serie está exenta de fallos.
Vente conmigo, vámonos ya
En los pocos días que One Piece lleva en la plataforma se ha hablado largo y tendido de las tramas que se han cambiado (a mejor, muchas veces), del acento canario de Taz Skylar, de ese final que presenta un enemigo más que conocido por los fans... Y, sobre todo, de lo bien elegido que está el casting, con ese Iñaki Godoy a la cabeza como Luffy, capaz de vender unos efectos especiales que dejan un poquito que desear, la verdad.
Pero ningún efecto especial habría salvado la escena del episodio uno en la que Zoro, Luffy y Nami luchan contra la marina y en la que se demuestra que las katanas del espadachín tienen una capacidad extra: doblarse. Obviamente se trata de un gazapo del que no se dieron cuenta en la sala de montaje, pero tan divertido que merece la pena mostrarlo.
One Piece aún no ha sido renovada por una segunda temporada, pero lo más probable es que, viendo los datos de audiencia millonarios que está haciendo, Netflix se de prisa para volver a Grand Line en cuanto acabe la huelga de actores. Si es que para entonces Luffy no se parece más a Garp en edad.