Normalmente, en el cine, cuando un personaje muere y después su cadáver debe aparecer en pantalla, se dan dos posibilidades: si va a ser un plano corto, el actor simplemente deja de respirar. Pero no puede durar mucho tiempo, porque entonces los ojos empiezan a secarse y se abren de forma instintiva. Si va a aparecer mucho tiempo en el plano de fondo, hay dos opciones: o le ponen un molde en el pecho para permitir la respiración tranquila sin que se note, o crean un muñeco hiper-realista (aunque normalmente esto se deja para los actores realmente famosos). Bueno, pues nada de esto pasó en Tulsa King.

El rey se muere regular
Sylvester Stallone ha hecho de todo en Hollywood. Y cuando decimos "de todo" es, literalmente eso: desde películas eróticas bastante lamentables (ay, El semental italiano) hasta sagas de éxito como Rocky. Y ahora, a sus 77 años, protagoniza su propia serie de televisión, Tulsa King, donde interpreta a un capo de la mafia que acaba de salir de la cárcel tras 25 años de condena. Hasta aquí todo bien.
El problema es que en un episodio en el que Dwight Manfredi, el personaje de Stallone, acude a un funeral, alguien no debió avisar al actor muerto de que no debía moverse... porque no para de respirar de manera muy obvia. Por algún motivo el plano no se quedó en la sala de montaje o se ajustó para sacarle del mismo. El resultado es... bueno, este desastre. Como precuela de The Walking Dead a mí ya me vale.
Después de dejar la franquicia Los Mercenarios en manos de Jason Statham, Sylvester Stallone sigue en la cresta de la ola: en un año ha conocido al Papa, ha vuelto a Guardianes de la Galaxia vol. 3, ha estrenado un documental sobre su vida, Sly, y hasta le ha dado tiempo a protagonizar un reality junto a los suyos, La Familia Stallone. ¿Quién dijo cansancio?