No es ningún secreto que Akira Toriyama se basó en Viaje al Oeste para crear los primeros episodios de Dragon Ball. Esta mítica historia china, protagonizada por el Rey Mono, llamado Sūn Wùkōng (¿os suena?), se creó en el siglo XVI y supone una auténtica pieza de culto en Asia. Tanto es así, que después de dibujar Dragon Boy, una pequeña obra de 36 episodios pensada como boceto antes de acometer una más grande, Toriyama decidió convertir a su nuevo personaje principal... en un mono.
Soy el señor mono, estoy en mi árbol, este es mi trono
Toriyama pensó muy claramente en que su Dragon Ball no podía ser otra cosa que... una adaptación fiel de Viaje al Oeste, en la que el monete protagonista tuviera como compañera a una chica joven. Junto a ellos estaría Zhu, el cerdo, con quien vivirían las mismas aventuras que en su día ya contó Wu Cheng'en. Los editores rechazaron todo lo que tenía que ver con esta versión de la historia porque, bueno, básicamente era una adaptación excesivamente fiel.
Después, convirtió a Goku en humano y le acompañó de una chica llamada Pinchi y con elementos de ciencia-ficción para intentar disociarlo de Viaje al Oeste. No le salió del todo bien, pero al menos estaba trabajando en ello. Para su tercer intento, Toriyama ya decidió que Pinchi se llamara Bulma, y creó a Yamcha, Puar y Oolong. Le puso una cola a Goku para hacerle distinguible de otros protagonistas de shonen. ¿Estaba todo preparado?
Bueno, no del todo: los editores seguían insistiendo en que Bulma tenía que ser mucho más sexy y bajarle la edad. Ya sabéis, Japón en los 80, tampoco se les podía pedir mucho más. Al menos el autor sí se salió con la suya con su idea de que hubiera ocho bolas que al juntarlas hicieran salir al dragón de los deseos. Sí, ocho: lo cambió a siete para diferenciarlo de la novela japonesa de 106 volúmenes (toma esta, Canción de hielo y fuego) Nansō Satomi Hakkenden. El resto, efectivamente, es historia.