La idea de Fringe vino de querer juntar las series con tramas semanales (como Ley y Orden), algo que en Fox les pedían como condición obligatoria para aprobarla, con el extraño y complejo mundo siempre en continuo desarrollo de, por ejemplo, Perdidos. Por aquel entonces, la serie aún se llamaba The Lab, y la idea de JJ Abrams y su equipo era hacer una serie al mismo tiempo compleja y accesible, que sugiriera dificultad pero fuera comprensible en cada episodio. El resultado no pudo ser mejor: duró cien capítulos divididos en cinco temporadas y los fans acabaron más que satisfechos.
Fringiendo
El piloto de Fringe costó 10 millones de dólares y tuvo música de Michael Giacchino. Todo fue sobre ruedas, al menos para el espectador: tras las cámaras hubo un problema que nadie había previsto. Gene, la vaca de Walter, era originalmente canadiense porque este primer episodio se rodó en Toronto. Después, durante el resto de temporadas, al rodarse entre Nueva York y Vancouver, no quedó más remedio que escoger otra vaca. Drama entre bambalinas.
La serie tiene cientos de detalles en los que fijarnos, desde los glifos (el lenguaje que JJ Abrams inventó para mantener la atención de la gente en todo momento) hasta el código de colores de los diferentes opening, pero hay uno que si parpadeas te pierdes: desde el primer episodio, cuando las palabras "materia oscura" salen en la secuencia de créditos, hay un flash de la luz. Si miras fotograma a fotograma, podrás ver en solo uno de ellos la frase, escrita a mano, "Los observadores están aquí". Aún quedaba un tiempo para presentar a los grandes enemigos de la serie, pero Abrams lo tenía más que claro desde el principio.
Bad Robot
Puede que Fringe no fuera nunca la serie más popular entre el público, pero se ganó un culto, sobre todo a partir del final de la temporada 1. De hecho, estuvo a punto de ser cancelada en varias ocasiones y se libró de la picota por la mínima. Quizá en otro universo alternativo... pero, por suerte, nos libramos de él a tiempo.
