En la Weekly Shonen Jump del 7 de enero de 1989, dentro del episodio 204 de Dragon Ball, aparecía por primera vez un personaje que sería clave en las siguientes tres décadas de la franquicia: el rey de los Saiyans, un personaje odioso llamado Vegeta que, junto a Nappa, estaba dispuesto a conquistar la Tierra. Poco imaginaba que acabaría casado con una terrestre, teniendo como mayor rival a Kakarot y aceptando que no es el más poderoso del universo. Y lo más curioso es que ni siquiera el recientemente fallecido (y añorado) Akira Toriyama sabía que iba a acabar así.
Kakarot contra Vegeta
Y es que originalmente Toriyama pensó en él como un villano de segunda, de usar y tirar, de esos que parecen principales durante unos episodios y después dejan paso a la gran amenaza de turno. La influencia en Dragon Ball iba a ser mínima, pero cuando llegaron las primeras encuestas de popularidad de personajes en las que entraba, el mangaka se vio obligado a rectificar: Vegeta era hiper-querido entre los fans. "No podía imaginar que un tío con este peinado se volviera popular, y mucho menos que consiguiera más votos que Goku en las encuestas", comentó después.
De hecho, al principio, Toriyama odiaba escribir sus diálogos porque siempre tenía un comentario negativo que decir y su rivalidad continua con todos los villanos era casi aburrida, pero precisamente eso le hizo más fácil de escribir y no pudo evitar cogerle cariño. Obviamente, tanto en la póstuma Dragon Ball Daima como en la continuación de Dragon Ball Super será uno de los protagonistas, especialmente después de que consiguiera vencer a Goku por primera vez en la escena post-créditos de Super Hero.
Vegeta parece que ya ha pasado aquella época donde decidió dejarse bigote (y sí, siento habérosla recordado) para volver a la esencia del personaje: ese saiyan orgulloso capaz siempre de superarse a sí mismo y volver a casa para cuidar de sus dos hijos y dar un beso a Bulma antes de dormir. Una genialidad más de un mago al que echaremos de menos toda nuestra vida.