Recuerdo perfectamente el primer momento en el que vi la transformación de Son Goku en Super Saiyan (Super Guerrero en español, aunque no tenga mucho sentido) durante la saga de Freezer. Y me marcó la infancia por completo. De pronto, el héroe podía transformarse en un personaje muchísimo más fuerte, con el pelo rubio y que podía acabar con el villano de una manera infinitamente más sencilla. Fue el episodio 95 de Dragon Ball Z, emitido el 19 de junio de 1991 en Japón, y marcó de manera irreversible el resto de la serie.
Super-Kakarot
Pero lo más curioso es que por épica que nos pareciera la transformación, Toriyama solo quería ahorrar tiempo. El recientemente fallecido (y muy llorado) mangaka dejaba a un asistente con la única labor de colorear el pelo negro de Goku. Y con eso llenaba la semana al completo. Así que, para poder ocuparle en otra cosa, simplemente decidió que para la transformación... le cambiara el pelo. Tan sencillo como eso.
"Así, cuando se convirtiese en Super Saiyan no tendríamos que hacer el relleno negro. Además, tenía el efecto de mostrar más fácilmente, solo con su apariencia, que Goku se había vuelto más fuerte, así que matamos dos pájaros de un tiro", comentaba en su día hacia el final de la serialización de Dragon Ball. Además, esta nueva forma conllevaba un aumento de potencia que al principio no quedó demasiado claro.
De hecho, consideraban que su fuerza se multiplicaba por cincuenta, pero más adelante el propio Toriyama se dio cuenta de que era una barbaridad. "Mi sensación es que, mientras lo dibujaba, había multiplicado por diez su fuerza hasta ese momento". Sobre las transformaciones actuales es mejor no preguntar si no queremos acabar como Vegeta, asustados y gritando "¡Es más de 9000!".