Originalmente, la idea de Joe Brumm era, simplemente, contar en una serie cómo la imaginación y el juego es vital para criar a niños, tal y como él había hecho con sus dos pequeñas: una especie de Peppa Pig a la australiana. Sin embargo, Bluey ha acabado siendo mucho más que cualquier otra serie infantil: es inteligente, enternecedora, genuinamente buena e incluso se ha atrevido esta temporada a ir más allá y contar un pequeño arco de historia que culmina con un vistazo al futuro. ¿Francamente? No tengo hijos, pero no me pierdo Bluey, no ya por su importancia en la cultura pop, sino porque es increíble.
¡Papá! ¡Mamá! ¡Bingo! ¡Bluey!
Una de las claves de Bluey es que está hecha a posta para no enseñar nada a los niños: no es educativa en absoluto. De hecho está más destinada a que los padres vean la importancia del juego, y cómo las niñas evolucionan en la vida gracias a él. Con el tiempo, se ha convertido en toda una franquicia con videojuego, obra de teatro y puede que incluso película en el horizonte. Solo hay una duda: ¿Se podrán llevar perros al cine?
Y es que, si tenéis perro, es posible que os hayáis fijado en que al poner Bluey se queda muy atento mirando a la pantalla. Fue tendencia en TikTok y hay quien se lo deja de fondo cuando se van de casa porque le calma. Lo curioso es el motivo: los perros ven el mundo en tonos grises, azules y amarillos, no ven el rojo ni sus tonalidades. ¿Y de qué color son los personajes de la serie? Exacto: amarillos y azules.
En una serie tan maravillosa y cuidada como este, que los colores estén pensados para que los perros puedan disfrutarla es un detalle más que suma a su lista de decisiones maravillosas. Aún no sabemos cuándo volverá Bluey después de su épico final de la tercera temporada, o si lo hará de alguna manera. Pero cada semana de espera sin noticias duele un poquito más.