Ella aparece en pantalla y mata a alguien. Tú te partes de risa. ¿En serio? ¿Eres capaz de reírte con algo así? Ella le dice a su psicólogo: “Tuve una regla bastante abundante la semana pasada. Pero, aparte de eso, creo que estoy bien”. Tú vuelves a reírte. Va a un museo. Contempla un cuadro. Grita con todas sus fuerzas: “¡Aburridoooooo!”. “Qué maleducada”, piensas. Pero vuelve a tener el mismo efecto en ti y sueltas una carcajada. Villanelle, la sicaria de la serie de BBC America Killing Eve, interpretada por la actriz Jodie Comer, es una tipa muy divertida. Pero también una asesina y una psicópata. Y no hay que recordarte que pasártelo en grande viendo cómo muere gente no está bien. Pero estamos hablando de una ficción y ella te seduce, a cada capítulo, un poco más. Con su humor negro, su forma de vestir... Y es, en gran medida, por lo que sigues viendo ese juego del ratón y el gato entre Eve Polastri (Sandra Oh) y Oksana Astankova que llega a su fin este año con su cuarta temporada -a partir del 27 de febrero en HBO Max. Pero Villanelle no está sola. Loki, El Joker, Cersei Lannister, Dexter, Maléfica y hasta el mismísimo Satanás. ¿Qué tienen las maldades de estos personajes que nos atraen como la luz a las pollilas? ¿Por qué disfrutamos secretamente de las atrocidades que cometen? Preguntamos a un teólogo, a un filósofo y a una psicóloga forense sobre el tema y sobre si nos falta un tornillo o no.
“Son más entretenidos, más interesantes y más intensos”, responde Iván de los Ríos, profesor de Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid y coautor de libros como Los Soprano forever, The Wire y Breaking Bad (Errata naturae). “La ficción genera una distancia en el interior de la cual uno puede experimentar las reacciones morales más que inconfesables sin por ello caer en su ejecución. Quizá esa inmunidad es lo que nos resulta tan atractivo. Quizá sea esa la razón por la que admirábamos secretamente algunas parcelas de Tony Soprano o los Peaky Blinders”. Algo parecido opina Antonio Martínez, doctor en Teología espiritual y profesor en la Facultad de Teología de Burgos: “Cuando vemos una película o serie de televisión, lo hacemos, en la mayor parte de los casos, para entretenernos y pasar un rato divertido. En este contexto, el malvado, si es un personaje bien construido e interpretado por un actor solvente, nos atrae porque se salta las normas establecidas. Nos parece más libre y lo hace más interesante y divertido”. En el caso concreto de Villanelle, la psicóloga forense Andrea García cree que nos lo pasamos tan bien con la asesina por placer, por el lujo que la rodea y porque no hay consecuencias. “Buscamos el placer. Delinquir es una forma de obtener lo que se desea de forma más rápida. Ella obtiene un fajo de billetes en un día por matar a una sola persona”.
VILLANELLE Y LA MANZANA. REBUSCANDO EN EL ORIGEN DEL MAL
En el episodio ‘Do You Know How To Dispose of a Body?’ (2x01) de Killing Eve, Villanelle parte -de forma caritativa- el cuello a un joven con la cara desfigurada. A su lado deja una manzana con un mordisco. La agente del MI6 Eve Polastri (Oh) -la obsesión (y obsesionada) de (con) la asesina- no necesita mucho tiempo para descubrir el significado de ese mensaje en ‘Nice and Neat’ (2x02). Villanelle es Satanás y está invitando a Eve (Eva) a morder la manzana. “Para la teología católica, Dios, origen de todo bien, creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza dotándoles de un alma espiritual e inmortal y también de libertad para hacer el bien y evitar el mal. Pero los primeros hombres persuadidos por el Maligno sucumbieron a la tentación, abusaron de su libertad y cometieron el mal”, explica Martínez. "La literatura y el cine se han sentido atraídos por él. Son numerosas las películas en las que sale el Diablo, ángeles malignos o sus seguidores. Especialmente, en películas de terror [...] Algunas de ellas son auténticos clásicos: El exorcista (1973), La semilla del diablo (1968) o La profecía (1976)".
Satanás vuelve a estar en activo en el mundo de las series con ficciones como Lucifer o Las escalofriantes aventuras de Sabrina. "Creo que el principal atractivo de Las escalofriantes aventuras de Sabrina, sobre todo para un tipo de espectadores, no es tanto Satán como la protagonista, con la que se pueden sentir identificados e incluso desear ser como ella”, continúa Martínez. “En la serie se abordan temas que preocupan a los jóvenes: su identidad, la amistad, la relación con los adultos, los estudios, el enamoramiento, la ausencia de los padres, el rechazo del diferente, el paso a la adultez...".
Y, por supuesto, en la serie de Netflix protagonizada por Kiernan Shipka también podemos encontrar la misma alegoría de la manzana del Jardín del Edén. Ocurre en el episodio 'El país de octubre' (1x01). "La protagonista acude a un árbol viejo donde hay una manzana 'malum malus' que, al ser comida, da conocimientos y respuestas, así como visiones inquietantes", concluye el doctor en Teología espiritual.
En la ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones, la dicotomía “pecador" -quien libremente opta por apartarse del camino que Dios nos indica y, desde el egoísmo, prefiere ser esclavo de sus pasiones- y “santo” -quien, a pesar de sus limitaciones y pecados, se esfuerza por amar a Dios y cumplir la voluntad divina en la vida-, es la encargada de diferenciar entre alguien bueno y alguien malo. Fuera de este campo, la cosa se complica. En psicología forense, por ejemplo, no se habla de personas buenas o malas, sino de “personas que cometen delitos o que no los cometen”, puntualiza García, quien añade que el personaje creado por Luke Jennings en el libro Codename Villanelle cumple con las características que la literatura científica describe de los psicópatas primarios. “Estas personas presentan un trastorno de la personalidad basado en la tendencia a delinquir, amenazar, manipular a los demás para satisfacer sus intereses, ser crueles y carecer de cualquier tipo de empatía, conciencia o remordimientos”. Y, además de todo eso, “pueden llegar a sentir excitación y/o atracción” a la hora de presenciar un asesinato. Algo que Killing Eve muestra en el capítulo ‘Luego me encargo de él’ (1x02) cuando el personaje de Comer disfruta viendo los últimos segundos de vida de una mujer a la que mata con un perfume envenenado. “Este tiene asma. Me gustan los que suspiran”, exclama la asesina a su responsable Konstantin (Kim Bodnia). García afirma que hay una explicación biológica para este fenómeno. “Los psicópatas presentan el sistema dopo-serotoninérgico desequilibrado. La serotonina está directamente relacionada con el miedo: a más serotonina, más miedo. Los psicópatas, en cambio, generan menos serotonina, luego son menos capaces de sentir miedo ante estas situaciones”.
De los Ríos no cree que exista un origen claro del mal. “Tan poco claro, de hecho, como el sentido con el que hablamos del mal [...] Creo que las preguntas por el origen son peligrosas si no son matizadas […] Son peligrosas si el origen se identifica con la esencia en todas sus formas; son peligrosas porque generan la ilusión del responsable último, de un culpable (humano o no humano) que justificaría la existencia de un estado de cosas caracterizado por el dolor y el horror. Yo no sé si existen el bien y el mal en términos absolutos. Existen los seres humanos y, con ellos, con su capacidad deliberativa, la posibilidad de lo mejor y de lo peor (en relación con uno mismo y con los otros)”.
La Cora Tannetti (Jessica Biel) de The Sinner ejemplifica lo difícil que es movernos dentro de esta dualidad con seguridad. Algo así como el “nada es más fácil que denunciar al malhechor, nada es más difícil que entenderlo” de Fiódor M. Dostoievski. Ella, una mujer que ha vivido una experiencia traumática que ha quedado escondida en lo más profundo de su consciencia, acaba con la vida de un hombre en una playa sin, aparentemente, motivo alguno. ¿Está dentro del grupo de los buenos o de los malos?
“La catalogación es una trampa y presupone que un personaje o individuo es ya siempre bueno o malo en su profunda intimidad”, afirma De los Ríos. “Por qué Tannetti mata a ese chico desde la oposición simplista significa no haber comprendido nada del personaje ni del guion. Y, lo que es peor, significa renunciar a la complejidad de una historia que no busca catalogar y, por tanto, calmar a los espectadores, sino que aspira a despertar en ellos una reflexión lúcida y a menudo muy incómoda”.
EL ANHELO Y LA DROGA DE LO PROHIBIDO
Hay villanos a los que preferimos antes que al héroe. Que levante la mano quien haya deseado alguna vez que el enemigo del protagonista sea quien salga victorioso. O quien haya sentido cierto placer viendo cómo Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) quema todo Desembarco del Rey en ‘Las campanas’ (8x05) de Juego de Tronos. Si te has atrevido… ¿No va eso en contra de tu moral?
“Nuestra moral no es más que el conjunto de normas, valores y principios que regulan tácitamente nuestra relación y acción con nosotros mismos y con la comunidad de la que formamos parte”, define De Los Ríos. Sabemos al dedillo lo que está considerado como “bueno” y “malo”, pero eso no evita que fantaseemos con superar ciertos límites. “La ficción nos permite amar lo ilegítimo, odiar lo legítimo, anhelar lo prohibido o despreciar lo sagrado sin que ello se traduzca en un dolor real. Quizá por eso nos gusta que gane el malo: porque va con nuestra moral efectiva y porque hay mucho en nosotros que puja contra esos límites”, añade. Porque, en el fondo, nos gustaría ser como Villanelle: irreprimible. La psicópata se ha convertido en una droga con la que poder ser igual de salvajes, desvergonzados y atrevidos. “Ese es uno de los mecanismos más poderosos de la industria cultural: nos hacemos adictos a esa descarga”.
¿Cambia esta atracción por los villanos la forma que tenemos de ver el bien y el mal? García avisa de que las personas “normales” tienen mecanismos de protección biológicos, sociales y personales para evitarlo. “Una persona cualquiera que vea la serie puede sentirse atraída por el hecho de que Villanelle sea capaz de obtener lo que desea tan rápido y sin sufrir consecuencias negativas. Sin embargo, una persona cualquiera sentiría miedo antes y después de poder realizar tales acciones, remordimientos, miedo al rechazo de los demás… Factores que hemos adquirido a través de la socialización y por lo que, en general, no delinquimos”.
Eve, quien da título a la serie, intenta ejercer de contrapeso de la psicópata, pero le pasa lo mismo que a los espectadores: se siente igual de hechizada que nosotros por la asesina. “En ambas aparecen parafilias de atracción hacia lo contrario, lo malo o lo prohibido. Estas parafilias podrían estar, de alguna forma, relacionadas con el sadismo y el masoquismo, en el sentido de que Villanelle sintiera atracción por la idea de que su contraria le haga daño, y lo contrario en el caso de Eve. Todas estas características aparecen en la vida real, aunque obviamente, con mecanismos de ayuda para solventarlos que en la serie no aparecen”, establece Andrea García.
En el piloto, Eve se corta el muslo para experimentar en primera persona las habilidades de Villanelle con el cuchillo. Le fascina tanto su destreza, que incluso imagina en voz alta cómo acabaría con la vida de su marido de forma minuciosa. ¡Y se lo cuenta! “Te paralizaría con saxitoxina y te asfixiaría mientras duermes. Te despedazaría en trocitos pequeños, los herviría, los pondría en la batidora. Te llevaría al trabajo y te tiraría por el váter”. En sucesivos episodios, se rocía con el pefume La Villanelle, la fragancia de su adversaria, e incluso se pinta los labios con la barra de labios ‘Love in an Elevator’ -cuyo nombre es un guiño al objetivo que la psicópata asfixia en un ascensor con la ayuda de su corbata- que esconde una cuchilla en su interior.
Visto lo visto, queda claro que Villanelle está sentenciada desde los puntos de vista teológico y psicológico -y seguramente también desde otros campos-, pero no en la pequeña pantalla. Gracias a su papel, Sandra Oh se hizo, en los Globos de Oro de 2019, con el premio a la Mejor interpretación femenina en drama. En los BAFTA TV, Jodie Comer ganó el galardón a la Mejor actriz principal y Fiona Shaw (Carolyn Martens) a la Mejor actriz de reparto. Comer, además, se alzó con el Emmy en el mismo año por su papel de asesina. Por si fuera poco, el título, del que Phoebe Waller-Bridge fue 'showrunner' durante la primera entrega, también consiguió el BAFTA a la Mejor serie dramática. Aunque puede que para disfrutar del humor negro de Killing Eve no haga falta hacerse tantas preguntas. “Lo que nos divierte y entretiene no tiene nada que ver con el mal, en mi opinión”, sugiere De los Ríos. “La trama es sencilla y ágil: la buena contra la mala; la mala irresistible; la buena inteligentísima; la tensión sexual entre ambas; la completa descontextualización del personaje hasta bien entrada la serie […] Ella es una máquina de matar con la que es posible empatizar porque, en el fondo, está construida en un universo completamente inverosímil sin apenas rendimiento ético”.
Al fin y al cabo, la asesina de Killing Eve, como otros villanos, sobrenaturales o no, representa lo que habita dentro del ser humano: una lucha de opuestos. “El desafío para la representación ficticia nunca ha sido el mal absoluto, sino la mezcla entre la belleza y la repugnancia en todos y cada uno de nosotros”, resume De Los Ríos. Y a Villanelle le sobran ambas cosas.