¡Alerta, SPOILERS! A continuación se revelan detalles fundamentales del final de 'Juego de Tronos'.
Si hay una pregunta que se ha repetido desde la primera temporada de Juego de Tronos hasta que Daenerys y Drogon redujeron a cenizas Desembarco del Rey en el penúltimo episodio 'The Bells' (8x05), es quién acabaría sentado en el codiciado Trono de Hierro forjado por Aegon I 'El Conquistador' con las espadas de sus enemigos. Durante las ocho temporadas de la serie lo han ocupado varios -Robert, Joffrey, Tommen, Cersei- y tampoco han faltado candidatos para arrebatárselo.
Quién acabaría sentado en el Trono era la pregunta que sabríamos resolvería el ansiado y también temido último episodio de la serie, que ya ha visto la luz en HBO y que, efectivamente, ha dejado un nuevo -¿e inesperado?- Rey de los Siete Reinos.
Recapitulando un poco, la octava y última temporada de Juego de Tronos empezaba con varios candidatos muy marcados. Por un lado, por supuesto, Cersei (Lena Headey), que al comienzo de la octava entrega se mantenía como Reina regente; pero, por encima de todo, Daenerys Targaryen, por fin en Poniente y más cerca que nunca de su objetivo de recuperar lo que un día le fue arrebatado a su familia. Además, también se postulaba como heredero el siempre héroe Jon Nieve, el elegido por el Señor de la Luz y recién revelado hijo legítimo de Rhaegar Targaryen y Lyanna Stark.
Otros muchos, ya en la entrega anterior e incluso antes, señalaban al Rey de la Noche, aunque no tanto pensando en verle sentado en el Trono de Hierro como en la victoria de la oscuridad y el consecuente fin del mundo. Por supuesto, también habíamos fantaseado con la posibilidad de que otros de nuestros queridos personajes acabasen gobernando sobre los Siete Reinos: Tyrion, Varys, Brienne, Sansa, Arya, Bran.
Tras la muerte del Rey de la Noche en la ya por siempre recordada Batalla de Invernalia y a caída de Cersei al tiempo que caía su ciudad, el último episodio de Juego de Tronos partía con la que había sido una de las mejores candidatas, Daenerys, convertida de la noche a la mañana en una Reina moralmente ilegítima, tras haber arrasado con todo en Desembarco del Rey. Desde que vimos arder la capital hasta sus cimientos, la principal duda que ha estado en la cabeza de los fans es sí, verdaderamente, Daenerys acabaría sobre el trono con ese sabor agridulce de haber sometido al pueblo al terror mas absoluto, o si, por el contrario, Jon Nieve asumiría sus orígenes y acabaría reclamando su derecho. También nos preguntábamos si David Benioff o D.Weiss acabarían sentando a algún otro personaje de gran evolución, como Sansa o el propio Tyrion.
Ni siquiera sabíamos si al final de la serie seguiría existiendo un Trono de Hierro sobre el que sentarse.
Efectivamente, el codiciado asiento fue derretido por las llamas de Drogon, destrozado por la muerte de Daenerys a manos de Jon. Pero, con y sin Trono, Juego de Tronos estaba destinada a despedirse con un nuevo Rey y así lo ha hecho. El elegido: Bran Stark de Invernalia.
Con Daenerys muerta y Jon prisionero, las cabezas de las casas nobles que siguen en pie en Poniente se reúnen para elegir nuevo Rey. A propuesta de Tyrion (Peter Dinklage), el elegido es Bran (Isaac Hempstead-Wright), quien acepta respondiendo "¿por qué crees que he venido hasta aquí?" y vuelve a nombrar como su Mano al más joven de los Lannister. Sansa, por su parte, consigue la independencia del Norte y, además, se nos brinda un pequeño vistazo al trabajo del cuando menos inesperado grupo que acabará reconstruyendo los Siete Reinos tras esta devastadora guerra del hielo y el fuego: Brienne, Bronn, Davos, Sam.
Si la decisión tomada por los guionistas de Juego de Tronos coincide con la que George R.R. Martin ha elegido para terminar su todavía no finalizada saga de novelas, todavía está por ver. De momento, su adaptación televisiva, la serie que ha marcado la historia de la televisión, se ha despedido para siempre. Y, agridulce o no, el viaje ha sido fantástico.
