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    Hasta siempre, 'Juego de Tronos'

    Reflexiones tras el último episodio, 'The Iron Throne' (8x06), con el que se ha despedido para siempre de la serie estrella de HBO.

    HBO

    ¡Alerta, SPOILERS! A continuación se revelan detalles fundamentales del final de 'Juego de Tronos'.

    Ha ocurrido. Juego de Tronos se ha despedido para siempre. Y lo ha hecho con un episodio, muy acertadamente titulado 'The Iron Throne' (8x06) que ha respondido a la única pregunta que nos hemos formulado desde 2011 hasta el último de sus 73 episodios: ¿Quién acabaría ganando el juego de tronos y gobernando sobre los Siete Reinos? Por el camino, alianzas, batallas, deslealtades, dragones, profecías y una amenaza que siempre estaba sobre todas ellas. La de la temida Larga Noche con la que el Rey de la Noche y su ejército de muertos planeaba acabar con la vida en Poniente.

    Dirigido por los propios 'showrunners' David Benioff y D.B. Weiss -no se atrevieron a poner el final en otras manos-, 'The Iron Throne' (8x06) asume la tarea más difícil de todas; la de cerrar una historia de tiene en vilo a millones de fans en todo el mundo. Siempre será recordado como el episodio final, pero el verdadero desenlace de Juego de Tronos ha sido la octava temporada al completo, desde el primer episodio hasta el último. Porque el final de Juego de Tronos también es la guerra contra los muertos, la muerte de Cersei y la caída del Rey de la Noche. La octava entrega de Juego de Tronos ha hecho caer una a una todas las piezas clave del ajedrez para acabar regalando a los espectadores un final lleno de esperanza, en el que aquellos que nunca estuvieron destinados a ser los héroes asumen la tarea de reconstruir el Reino.

    Tanto es así que apenas ha transcurrido la primera media hora del episodio final cuando vemos morir a Daenerys (Emilia Clarke). Sabíamos que era muy posible que ocurriera, pero lo que no esperábamos es que, aunque determinante, no formase parte de una escena impresionante, desgarradora, fruto -quizá- de un enfrentamiento épico con uno de sus detractores. No deja de resultar curioso también que Jon Nieve (Kit Harington), quien acaba con su vida con la puñalada definitiva, no juegue ningún papel en la carrera final por el Trono y sea "desterrado" a la Guardia de la Noche mientras el resto de supervivientes, los que siempre se habían mantenido a un lado de los líderes, deciden el futuro de los Siete Reinos.

    Al final, nada es como se supone que tenía que ser y quizá esa sea la clave del buen sabor de boca que me deja 'The Iron Throne' (8x06). 

    Aunque arriesgada -aún toca descubrir cuál es el sentimiento generalizado sobre el final-, la decisión de que nadie gane ese juego de tronos en el que sólo se puede ganar o morir acaba resultando, a mi parecer, justa y esperanzadora. Bran es el nuevo Rey, sí, tampoco es mi favorito, pero ¿quién hubiera soñado con un Poniente gobernado equipo formado por Tyrion, Sam, Davos y Brienne? Yo, visto el final, me reconcilio definitivamente con la octava temporada de Juego de Tronos, aunque promete ser objeto de todo tipo de opiniones.

    ¿Agridulce final?

    Cuando los 'showrunner' y otros miembros del equipo y del cast hablaban del "agridulce final" con el que se despediría Juego de Tronos probablemente se referían a esa desmitificación de Daenerys que tantas ampollas nos ha levantado a algunos en las últimas semanas. Sin embargo, que a la khaleesi apenas le hicieran falta una docena de episodios en Poniente para reducir a cenizas la capital desde la que quería gobernar los Siete Reinos con justicia y amor a su pueblo, o que el Rey de la Noche cayese con relativa (muy relativa) facilidad han resultado ser al final los puntos clave con los que, poco a poco, la octava temporada ha ido rompiendo nuestros esquemas para prepararnos para el verdadero desenlace. Y, con o sin Bran, está bien traído. Y es una carta de amor a todos y cada uno de los personajes. 

    Duele un poco, sí, porque se termina una serie que, más que una ficción, ha sido un fenómeno global capaz de unir a las audiencias de todo el mundo. El final de Juego de Tronos -hubiera sido uno, otro, o transcurrido de otra manera la recta final- estaba destinado a dejar sentimientos encontrados, porque la tristeza de despedir una serie que tanto nos ha movido y por tanto tiempo siempre contrastará con el dulce sentimiento de haber disfrutado de ella como de ninguna otra.

    Hasta siempre, Juego de Tronos.

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